5 maneras de trabajar en nosotros mismos pueden beneficiar a nuestros hijos

Si queremos niños amables y felices, debemos centrarnos en nosotros mismos.

“No te preocupes que los niños nunca te escuchen; Preocupa que siempre te estén mirando.
–Robert Fulghum

Mucha gente se maravilla de cómo la crianza de los hijos ha cambiado con los años. Algunos se burlan de cómo se ha vuelto mucho más práctico y centrado en el niño. “Crecimos como perros salvajes en los años 60”, bromeó Jerry Seinfeld en una reciente rutina. “Sin cascos, sin cinturones de seguridad, sin restricciones. Cualquier cosa se detuvo, simplemente volamos por el aire. Estaba comiendo 100 por ciento de azúcar, o en el aire “. Hoy en día, pasamos el tiempo pensando en cómo queremos ser padres. Nosotros leemos libros. Hacemos planes. Nuestra participación ha llevado a términos como “padre helicóptero” y “mamá tigre”.

Si bien he escrito algunas de las desventajas de la sobreparentalidad, creo firmemente en valorar a nuestros hijos como personas separadas desde el principio y usar la auto-reflexión para ser mejores padres. Sin embargo, cómo ponemos en práctica esta creencia puede significar la diferencia entre seguir los movimientos de una forma de libro de texto de “buena” crianza y realmente modelar una forma de estar en el mundo que hace que nuestros hijos sean mejores y más felices. En otras palabras, lo que pensamos que importa no es necesariamente lo que más afecta a nuestros hijos.

Aunque puede contener largos períodos de felicidad incomparable, criar a nuestros hijos es un camino lleno de baches. En los inevitables momentos de tensión e incertidumbre, muchos de nosotros nos preocupamos por decir lo correcto. Sin embargo, nuestras palabras solo importan mucho. Nuestros hijos absorben una gran cantidad de lo que sucede a su alrededor, y su enfoque principal es a menudo en nosotros. Esto es cierto, especialmente al principio, cuando nos buscan seguridad y supervivencia. Como padres, servimos como la base desde la cual nuestros hijos pueden viajar para explorar el mundo. Nos miran para entender el lenguaje y el significado. Nuestra influencia temprana ayuda a construir su sentido de sí mismos, de los demás y del mundo. Es por eso que lo que modelamos importa.

Como observadores entusiastas, nuestros hijos notan nuestros comportamientos hacia los demás y también cómo nos tratamos a nosotros mismos. Esto incluye cosas como el tono tenso en el que hablamos con nuestro compañero, el disgusto que expresamos ante la desordenada condición de la casa, la impaciencia que tenemos preparándonos en la mañana, la expresión miserable que se muestra cuando nos miramos en el espejo, o Los comentarios críticos que hacemos sobre nosotros mismos. Los niños están particularmente atentos a cómo los tratamos; por ejemplo, si estamos presentes y comprometidos cuando interactuamos con ellos o si nos distraemos y nos enojamos fácilmente. Además, como todos los seres humanos, nuestros hijos están conectados para estar en alerta ante el peligro, notar lo negativo, como en los momentos en que elevamos nuestra voz o tenemos un arrebato de ira.

El recordatorio de cuán significativo es el impacto que nuestro comportamiento tiene en nuestros niños puede hacer que nos sintamos presionados o preocupados de que cometamos un error, pero en realidad debería ayudarnos a sentirnos motivados y empoderados. En cualquier momento, podemos influir en nuestros hijos de una manera profundamente positiva, y esa búsqueda puede tener mucho más que ver con cómo nos desarrollamos como personas que cómo nos desempeñamos como padres. Aquí hay cinco formas clave de trabajar en nosotros mismos que pueden beneficiar a nuestros hijos.

1. Muestra, no digas. Como padres, frecuentemente olvidamos que nuestros hijos nos están mirando. Podemos ser conscientes de cómo tratamos o hablamos con ellos, pero luego asumimos que no están prestando atención cuando estamos en otras cosas o en relación con otras personas. Los niños modelan el comportamiento. Puede ser más fácil decirle a nuestros hijos que sean agradables, estén tranquilos, sean pacientes y muestren respeto, pero es mejor que nos vean haciendo estas cosas.

Podemos mostrar bondad a otras personas, no solo en lo que decimos, sino en nuestra expresión y nuestro tono. Podemos modelar la empatía si nos tomamos el tiempo para comprender el mundo interno de otra persona y ser compasivos con su experiencia. Podemos mantener la calma frente a los factores estresantes y mostrar paciencia en el ajetreo de la vida cotidiana. Si queremos que nuestros hijos crezcan para experimentar amistades significativas y relaciones amorosas, debemos expresar calidez hacia los amigos y tomar acciones amorosas con nuestra pareja cuando nuestros hijos están cerca. Por supuesto, nuestro objetivo es tratar a nuestros hijos con estas mismas cualidades, pero al hacerlo, es útil recordar que nuestras acciones hablan más que nuestras palabras.

2. Explora tus emociones. Nuestros hijos provocan en nosotros sentimientos que no siempre esperamos. Algunos de estos sentimientos son reacciones humanas básicas. Cuando nuestro niño pequeño tiene un ataque en una tienda de comestibles, podemos sentirnos avergonzados. Cuando nuestro bebé no duerme, podemos sentirnos frustrados. Cuando nuestro adolescente toma riesgos, podemos asustarnos. Sin embargo, algunas de nuestras emociones más intensas y agitadas que surgen en momentos de estrés tienen más que ver con nuestro pasado que con el presente. El miedo de nuestro hijo puede reavivar un sentimiento de miedo que sentimos como niños. Su llanto puede resonar con nuestra propia angustia temprana.

Como padres, podemos tratar de mantener la calma y ocultar nuestras reacciones, o podemos dejar que se derramen de una manera que nos arrepentimos. De cualquier manera, nuestro estado emocional interno a menudo se muestra, ya sea de manera verbal o no verbal. Nuestras expresiones, microexpresiones, tono de voz y lenguaje corporal envían mensajes a nuestros hijos. Entonces, si no admitimos, reflexionamos y damos sentido a nuestras reacciones, es probable que afectemos a nuestros hijos en todo tipo de formas de las que no somos conscientes. Si no resolvemos y buscamos formas saludables, honestas y de adaptación para manejar nuestras emociones, es probable que nos guíen por ellas. Además, no podemos enseñar a nuestros hijos con el ejemplo cómo manejar sus emociones.

Cuando nos convertimos en padres, experimentamos una amplia gama de sentimientos, y algunos de ellos nos pueden parecer inaceptables. Algunos pueden sentirse abrumadores. Cuando surgen sentimientos indeseables o irrazonables, debemos tratar de ser curiosos, abiertos y no juzgarnos a nosotros mismos. Golpearnos a nosotros mismos no nos hace mejores padres. Debemos recordar la lección que nos esforzamos por enseñar a nuestros hijos: “Todos los sentimientos son aceptables. No podemos controlar nuestros sentimientos, pero sí podemos controlar nuestras acciones ”. Cuando interactuamos con nuestros hijos, podemos mantener la calma al encontrarnos con cualquier sentimiento que nos moleste con unas cuantas respiraciones y un verdadero abrazo de autocompasión.

Como adultos, debemos buscar formas saludables de lidiar con los sentimientos que surgen en lugar de permitirles ejecutar el programa o enterrarlos y negar su existencia. Si estamos luchando contra una avalancha de emociones difíciles, podemos encontrar alivio hablando abiertamente y honestamente con un amigo, con nuestra pareja o con un terapeuta. También podemos comenzar a crear un entorno alrededor de nuestros hijos donde decir lo que sentimos es aceptable y alentador. Podemos ir contra el instinto de ocultar a nuestros hijos las emociones con las que luchamos. En cambio, podemos ser sinceros con ellos acerca de lo que sentimos, mientras nos comunicamos de una manera apropiada para la edad. Nuestro objetivo no es desmoronarnos, cargar o incitar a la culpa o la responsabilidad de nuestros hijos, sino mostrarles que hablar sobre los sentimientos es una forma de ayudarlos a resolverlos y desarrollar la capacidad de recuperación. Nombrar nuestros sentimientos enseña a los niños a hacer lo mismo, ayudarlos (y a nosotros) a sentirse entendidos y tranquilos.

3. Cambia lo que sientes por ti mismo. Podemos esperar construir la autoestima de nuestros hijos diciéndoles que los amamos todos los días, pero si pasamos gran parte de su infancia odiándonos a nosotros mismos, los mensajes se transmiten. Las formas críticas en que nos vemos a nosotros mismos, las formas crueles con las que nos tratamos y las cosas despreciables que decimos sobre nosotros mismos tienen un impacto grave en la percepción de sí mismo de nuestro hijo.

Si queremos ayudar a nuestros hijos a sentirse bien con ellos mismos, debemos trabajar para conquistar nuestra propia “voz interior crítica”. Este proceso de pensamiento destructivo se basa en experiencias y actitudes negativas que hemos internalizado.

Cuando desconectamos a nuestros seres queridos y comenzamos a prestar más atención a lo que nos dice nuestra voz interior crítica, es más probable que nos involucremos en comportamientos que pueden ser autolimitados, autodestructivos o perjudiciales para los demás. Desafiar a nuestro crítico interno no consiste en construirnos o inflar nuestro ego, sino en mantener una actitud amable y compasiva hacia nosotros mismos. Nadie es perfecto, y todos luchamos. Nuestros niños se beneficiarán enormemente del grado de auto-compasión que exhibimos, internalizando esta postura hacia ellos mismos y extendiendo este enfoque a los demás.

4. Darle sentido a tu pasado. La investigación sobre el apego demuestra que el factor más importante para predecir la relación de apego que formamos con nuestros hijos es qué tan bien hemos dado sentido y hemos sentido todo el dolor de nuestro propio pasado. El Dr. Daniel Siegel y yo creamos un curso en línea “Cómo entender tu vida” para ayudar a las personas a identificar y abordar los problemas no resueltos de su pasado. En gran parte, sabemos por la investigación, lo valioso que es para las generaciones futuras que los padres hagan este trabajo. Cuanto más entendamos nuestra historia, más podremos estar en sintonía con nuestros hijos y reparar las rupturas cuando ocurran.

Podemos llegar a conocernos mejor y entender el origen de nuestras reacciones excesivas difíciles e inapropiadas como padres. Podremos dar sentido a los sentimientos que se agitan en lugar de ser gobernados por ellos. Podremos desafiar nuestra voz interior crítica reconociendo de dónde viene y rechazando sus mensajes falsos sobre quiénes somos y cómo debemos comportarnos. Finalmente, cuando eliminemos las superposiciones destructivas de nuestro pasado, podremos elegir nuestras acciones en nuestras vidas actuales y relaciones con más fuerza, calma y cuidado.

5. Persigue lo que te ilumine. Por último, pero no menos importante, si queremos criar hijos felices y satisfechos, debemos ser felices y estar satisfechos dentro de nosotros mismos. Cuando nos enfocamos únicamente en la crianza de los hijos y perdemos contacto con otras partes de nosotros mismos, no estamos dejando que nuestros hijos nos conozcan como individuos únicos y animados. Criar niños requiere mucho tiempo y energía, pero no debería ser una excusa para renunciar a las otras cosas que nos importan y dar sentido a nuestras vidas. Nuestros niños necesitan vernos riendo con amigos, siendo cercanos y amables con una pareja romántica, persiguiendo intereses, iluminando y apreciando las cosas que valoramos en el mundo. Cuando nos acercamos a nuestras vidas con esta pasión, creamos un camino para que nuestros hijos hagan lo mismo.

Al igual que con cada uno de estos pasos, el trabajo que hacemos por nosotros mismos no garantiza (y no debe hacerlo) que nuestros hijos elijan nuestros mismos intereses o sigan nuestros pasos exactos. Sin embargo, lo que les ofrecemos es un modelo para crear una vida de significado. Como padres, proporcionamos una base segura desde la cual nuestros hijos pueden aventurarse en un camino que es únicamente suyo, pero para ser esa base, tenemos que ser sólidos y seguros dentro de nosotros mismos.