Alimentando al lobo suave: el poder de la práctica de la atención plena

Gran parte del contenido sobre el que escribo en este blog, y una gran parte del trabajo que hago en terapia, se basa en filosofías orientales centenarias, particularmente de las tradiciones budista zen y taoísta. Encuentro que esta antigua sabiduría tiene una relevancia significativa para el tipo de cosas que muchos de nosotros experimentamos en nuestra vida cotidiana. Tal vez el más profundamente impactante de estos conceptos, y ciertamente el que más menciono, es el de la atención plena.

La atención se ha convertido en una palabra de moda en nuestra cultura recientemente. Ha sido referenciado en numerosas publicaciones, incorporado en innumerables estudios, y sugerido como una intervención para una gran cantidad de desafíos de hoy en día. Entonces, ¿de qué se trata este extraordinario concepto?

Bueno, para ser sincero, es bastante simple. La atención plena es esencialmente la práctica de prestar atención, a propósito, en el momento presente. Implica observar nuestra experiencia mientras está sucediendo y responder a ella con un espíritu de aceptación y no juicio.

Cuando vivimos conscientemente, atendemos a nuestra experiencia en el aquí y ahora, evaluando lo que está sucediendo a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Esto nos permite permanecer enraizados en el momento presente y apreciar nuestros pensamientos, sensaciones, emociones y entornos.

La práctica de mindfulness es esencialmente una práctica de hacer que tu mente se encuentre con tu cuerpo en tiempo real. Si te paras a pensarlo, puedes realizar la mayoría de tus actividades diarias sin dedicarte el 100% de tu atención a ellas. Su cuerpo completa las tareas sin que su mente necesite estar completamente presente. Tome, por ejemplo, lavarse las manos. Mientras tu cuerpo realiza los movimientos, tu mente puede vagar libremente, y vagar es probable que lo haga. La práctica de lavarse las manos conscientemente transforma la actividad considerablemente, ya que implica concienciar plenamente sobre la experiencia. Significa sentir los contornos del grifo contra tu mano mientras lo enciendes, percibiendo la temperatura del agua cuando corre sobre tu piel, viendo tus manos moviéndose a través del espacio para alcanzar el jabón y la esponja, oliendo el jabón mientras se desliza sobre y entre tus manos, viendo cómo las burbujas envuelven tus manos y luego son arrastradas por la corriente de agua que puedes oír brotando del grifo. Es una gran diferencia con respecto a la típica experiencia de lavarse las manos, que básicamente implica realizar los movimientos mientras viajas mentalmente al pasado ("Realmente no me gustó el tono que llevó conmigo en ese correo electrónico") o el futuro (" ¿Cuál fue ese artículo que dije que necesitaba llegar a la tienda más tarde? ").

En realidad, a menos que actuemos de manera consciente, en realidad no estamos actuando. Para actuar requiere conciencia e intención; así que cuando pasamos por nuestras actividades diarias en piloto automático, terminamos teniendo una experiencia pasiva de nuestras vidas. No es de extrañar que a menudo experimentemos aburrimiento, frustración, insatisfacción y agitación sin saber por qué. Cuando pensamos y nos emocionamos con atención, sintonizamos nuestra experiencia interna, nos inquietamos por nuestros pensamientos y aprendemos de nuestros sentimientos. Practicamos responder a nuestras experiencias internas y externas en lugar de reaccionar impulsivamente ante ellas. Aproximadamente enfocado, una ráfaga de ira no es una orden de actuar agresivamente sino una invitación a volverse hacia adentro y descubrir qué causó que surgiera. Un pensamiento inquietante ya no es una introducción al sufrimiento, sino una oportunidad para ser testigo de la tendencia natural de los pensamientos a ir y venir.

Cuando somos conscientes, nos damos permiso para permanecer con nuestra experiencia del momento presente, en lugar de resistirla o tratar de convertirla en algo más agradable. Surfeamos en la ola de nuestras emociones, confiando en nosotros mismos para responderles con atención, calma y responsabilidad. Cuando la ola se rompe, disfrutamos, con aprecio, de la experiencia de haberlo montado, y esperamos pacientemente a ver lo que el océano nos presenta a continuación.

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