Cómo manejar la ansiedad, el miedo y el estrés en el lugar de trabajo

Cada uno tiene sus propios desafíos y oportunidades únicos.

Ansiedad, miedo y estrés Estas palabras a menudo se usan indistintamente, pero en mi experiencia trabajando con clientes en roles de liderazgo son tres experiencias distintas, cada una con sus propios desafíos y oportunidades.

En este artículo, resalto las diferencias entre la ansiedad, el miedo y el estrés, mostrando cómo administrar cada una de ellas para que pueda desempeñarse de la mejor manera posible.

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad no es ni una emoción ni un pensamiento, sino una experiencia que impacta todo el ser.

Es una amenaza existencial, donde tu identidad está bajo ataque. Esto podría ser una identidad de superficie (‘Yo soy competente’), o una identidad profunda (‘Estoy vivo’).

La ansiedad tiene una cualidad desorientadora y abrumadora, una sensación de estar fuera de control y paralizada al mismo tiempo.

La experiencia de ansiedad es casi inevitable en el mundo de hoy, con volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VUCA) que presenta nuevas amenazas a la identidad de uno casi a diario. Si bien no podemos evitar estas amenazas, sí tenemos cierto control sobre cómo respondemos a ellas.

La estrategia predeterminada de muchas personas es escapar de la ansiedad lo más rápido posible, a menudo a través de las drogas y el alcohol. Pero, en última instancia, esto empeora las cosas y nos aleja de las soluciones reales a las amenazas que nos rodean.

Es mucho mejor avanzar hacia la ansiedad en lugar de alejarse de ella, utilizando la meditación, el diario u otras prácticas de conocimiento para conocer mejor nuestras ansiedades. Esto a su vez nos permite dar sentido a las amenazas muy reales que enfrentamos para que podamos desarrollar soluciones creativas que nos sirvan a largo plazo.

¿Qué es el miedo?

Si la ansiedad es una experiencia desorientadora frente a las amenazas anónimas y sin rostro a nuestra identidad que no comprendemos del todo y apenas somos conscientes, el miedo es una respuesta emocional a una amenaza que conocemos y entendemos.

Hablar en público es el ejemplo paradigmático de una actividad inductora de miedo. Al prepararme para hablar en público, estoy al tanto de las amenazas inminentes: la audiencia puede encontrarme aburrido, tonto o estúpido, y puede reírse de mí, en lugar de conmigo. Estos miedos pueden paralizarme si paso demasiado tiempo pensando en ellos, pero no son inherentemente desestabilizadores. Para cada uno puedo tomar medidas productivas. Puedo contratar un entrenador para que trabaje en mis habilidades de presentación, puedo practicar mis bromas por adelantado. Las soluciones a las amenazas previstas están disponibles para mí, con muy poca creatividad. Todo lo que necesito para evitar estas amenazas es la conciencia de los posibles peligros y una estrategia para abordarlos.

El miedo es así más fácil de superar que la ansiedad, ya que depende más de la voluntad que de la creatividad. Tengo que querer hacer un buen trabajo, y tengo que hacer lo que sea necesario para hacer un buen trabajo. Pero los problemas que estoy buscando resolver tienen soluciones disponibles. Solo necesito acceder a ellos.

¿Qué es estrés?

Si el miedo es una respuesta emocional a una amenaza percibida, el estrés es una respuesta instintiva a un peligro inminente. Tememos hablar en público; estamos estresados ​​cuando hablamos en público.

Nuestros antepasados ​​tenían muchas más posibilidades de sobrevivir si podían percibir amenazas inminentes y responder de manera rápida y eficaz a ellos. Nosotros, los humanos modernos, hemos heredado una respuesta al estrés altamente desarrollada, a pesar de que no enfrentamos amenazas físicas inminentes casi tan a menudo como nuestros antepasados.

A menudo, nuestra respuesta al estrés aparece cuando no es realmente necesaria. Las palmas sudorosas de un orador público nervioso causan más problemas de los que resuelven. Pero nuestro sistema nervioso simpático ha evolucionado, durante milenios, para hacer precisamente eso.

Aunque no podemos luchar contra las respuestas instintivas de nuestro cuerpo a situaciones amenazantes, podemos interpretar esas experiencias de manera diferente. Si odiamos nuestras palmas sudorosas, interpretándolas como un signo de debilidad, es probable que nos sintamos más estresadas. Si, por otro lado, aceptamos palmas sudorosas como naturales e inevitables, es probable que estemos menos estresados. Incluso podemos llegar a interpretar las palmas sudorosas como evidencia de excitación, más que de estrés, ya que los mismos síntomas corporales pueden atribuirse a diferentes indicaciones emocionales.

Conclusión

La ansiedad, el miedo y el estrés son todos inevitables en el lugar de trabajo moderno. Encontrar formas saludables de responder a cada uno es clave para avanzar en su carrera y el éxito de la organización en su conjunto.

Julian Humphreys

Fuente: Julian Humphreys

En un mundo ideal, la ansiedad conduce a soluciones creativas que resultan en un plan. El miedo suscitado ante la perspectiva de ejecutar un plan es vencido por voluntad, lo que lleva a la acción. Y el estrés que acompaña a la acción se ve mitigado por la conciencia corporal, lo que resulta en un alto rendimiento.

En los tres casos, los ejercicios diarios de relajación, como la meditación, el diario, la reflexión y la conversación conectada, son la clave.