Dando el beneficio de la duda

Al hablar con filósofos infantiles y adultos sobre la importancia de desarrollar la empatía, de mantener una naturaleza compasiva, pasamos una cantidad considerable de tiempo tratando de descubrir por qué la identificación empática con los demás no es más fácil. Poco a poco, lo que nos damos cuenta es que sin una aguda conciencia de gratitud por nuestra propia vida, la puerta al puro sentimiento de compasión permanecerá cerrada. Esta es una poderosa revelación y un recordatorio de las razones por las que debemos estar llenos de agradecimiento.

Los adultos y los niños prosperan al escribir sobre las cosas que agradecen, cosas que pueden haber pasado inadvertidas: salud, oportunidades, una biblioteca o un parque cercano, la oportunidad de jugar y reírse, rupturas que les atraviesan por la generosidad de los demás – personas que tal vez nunca sepan. A medida que la gratitud reemplaza a los olicios de autoafirmación y auto importancia, el camino se pavimenta para fusionarse con las vidas de los demás. Agradecido por mi vida, muy poco separa el mío del tuyo.

Un grupo de miembros del club de filosofía consideró esta propuesta por mi parte: ¿qué pasaría si nos reorientamos para que le diéramos a todos el beneficio de la duda, que esta forma de mostrarnos mejor se convirtió en nuestro modo predeterminado para interactuar con los demás? De hecho, ¿qué pasaría si aprendiéramos a extender este beneficio de la duda a nosotros mismos, una vida de confianza inicial de uno mismo y de los demás? Caras suavizadas; la esperanza cubrió la habitación.