Diez formas en que la vida mejora a medida que envejecemos

Uno de los grandes descubrimientos a medida que envejecemos es cuánto mejora la vida una vez que comenzamos a dominar las habilidades para vivir bien. Reconocer estas ganancias y reconocer las ventajas específicas que se acumulan les da aún más peso.

1. Nuestra confianza crece La juventud es un momento de búsqueda e inseguridad, tratando de descubrir cómo vivir y, a medida que pasa el tiempo, obtenemos más y más certeza sobre nuestros propios objetivos y preferencias. Nos interesamos menos en compararnos con otros, habiendo ganado lentamente una brújula interna.

2. Nuestro autoconocimiento aumenta . Una conciencia creciente de nuestras fortalezas y vulnerabilidades nos ayuda a soportar tiempos difíciles con más ecuanimidad. No nos abruman tanto las opiniones de otras personas sobre las decisiones que tomamos y nuestro sentido general de lo que debemos hacer con nuestras vidas. Es un placer mantenernos firmes en situaciones delicadas, no por orgullo obstinado, sino porque finalmente sabemos quiénes somos.

3. Mejoramos las relaciones . Una de las habilidades más importantes adquiridas con la edad es emplear lo que hemos aprendido sobre nosotros mismos en la forma en que llevamos a cabo nuestras relaciones. Con socios íntimos, especialmente, el autoconocimiento nos permite ser más abiertos acerca de nuestras debilidades a medida que tratamos de no repetir los mismos errores que hemos cometido en el pasado. Apreciamos cada vez más la lealtad de los verdaderos amigos, teniendo menos paciencia para las relaciones superficiales.

4. Manejamos la toma de decisiones, la encrucijada de la vida, con menos frenesí . Poco a poco, los beneficios duramente ganados de la retrospectiva comienzan a sumarse. Vemos dónde nos equivocamos antes, permitiendo que nuestros errores pasados ​​informen nuestra situación actual. Podemos evaluar los pros y los contras de las elecciones complejas sobre la base de nuestra experiencia vivida, en lugar de tener que adivinar las implicaciones de tomar un camino en lugar de otro.

5. Nuestro coraje se vuelve ágil y diverso . Habiendo atravesado tiempos difíciles y salido por el otro lado, tenemos menos miedo a la adversidad. Sabemos cuán crucial es aprovechar la satisfacción cada vez que podemos encontrarla, en lugar de permanecer al margen esperando las mejores oportunidades. Sabemos que la vida consiste en compromisos, mezclados con un poco de suerte y riesgo, y no hay tiempo como el presente.

6. Nos interesamos más por los demás. La generosidad comienza a ocupar un lugar central en la forma en que consideramos el valor de lo que hacemos. A medida que pasan las décadas, descubrimos que tenemos que contribuir al bien mayor más que a nuestro propio mejoramiento personal. Nos volvemos más comprensivos con los demás, ya que descubrimos que todos enfrentamos los mismos problemas fundamentales.

 

7. Nuestra espiritualidad se profundiza. La búsqueda del significado continúa a lo largo de la vida, pero en nuestros últimos años tales preguntas se vuelven más urgentes y comienzan a prevalecer. Mientras tanto, las pequeñas preocupaciones retroceden a su lugar legítimo en el fondo. Pasar por el duelo nos despierta al dominio espiritual de una manera que nos muestra lo que realmente importa en la vida.

 

8. Nos volvemos más vivaces. La acción real en la vida es interior. El cuerpo se deteriora lentamente, pero el alma se expande. Cuando somos jóvenes, nos fijamos en los ancianos y no podemos ver los acontecimientos emocionantes que suceden dentro. Las personas más animadas son aquellas que tienen la muerte a la vista y están decididas a vivir la vida al máximo.

9. Disminuimos la velocidad y vemos más allá. El resplandor que a menudo se puede ver en los ancianos proviene de volverse más vivo. Una vez que dejamos de apresurarnos tanto, desarrollamos una calidad de atención que agrega nuevas dimensiones a nuestra experiencia. Lleva tiempo aceptar el imperativo del cuerpo de desacelerar, pero una vez que lo hacemos, podemos acceder al cuadrante de la vida donde se aprecian las libertades comunes.

10. Los placeres inesperados se vuelven abundantes. La conciencia de nuestra mortalidad transmite inmediatez en todo lo que hacemos. Ya no desperdiciamos nuestro tiempo, porque el tiempo es la moneda que se ha vuelto más preciosa. Esta es nuestra única vida, y lo reconocemos más que nunca. Nuestra receptividad a la alegría está muy abierta.

Adaptado de: LA VIDA SE MEJORA: LOS PLACERES INESPERADOS DEL CULTIVO MÁS ANTIGUO, Tarcher / Penguin, 2011.