El costo de la eficiencia: desaprender

El costo de la eficiencia: desaprender

"Los analfabetos del siglo XXI no serán los que no saben leer ni escribir, sino los que no pueden aprender, desaprender y volver a aprender" – Alvin Toffler

Como docente, mi mayor frustración y desafío es hacer que los alumnos adopten nuevas formas de aprendizaje, que vean el mundo como realmente es, que cuestionen críticamente suposiciones y creencias tácitas, busquen dirección a través de la diversidad, encuentren claridad en lo desconocido. Nuestros estudiantes, entre los más brillantes de Asia, han sido bien entrenados para sobresalir en el modo de educación convencional. Se les ha enseñado a ser aprendices eficientes.

¿Qué es el aprendizaje eficiente? ¿Qué están aprendiendo? ¿Cómo les ayudará esto a adaptarse al ritmo acelerado de cambio e incertidumbre que caracteriza nuestra economía actual? ¿Cómo estamos, como profesores, preparándolos para los desafíos futuros que se desconocen en este momento?

La eficiencia implica trabajar con resultados predecibles, utilizar procesos conocidos para lograr esos resultados y reducir el número de variables de entrada. Básicamente, esto significa resolver problemas conocidos con herramientas que ya se conocen. Esto es lo que les enseñamos a nuestros estudiantes. Están entrenados para buscar "conocimiento conocido", en libros de texto o apuntes de conferencias, lo aplican a problemas conocidos y se esfuerzan por lograr mejores resultados incrementales, algo "mejor, más barato, más rápido".

¿Cómo podemos empezar a pensar en lo que no sabemos, ya sea problemas o herramientas?

Primero, tenemos que salir de nuestra zona de confort, por ejemplo, "experiencia", a una mentalidad de tolerancia a la ambigüedad y la incertidumbre. Esta mentalidad está llena de preguntas, algunas muy ingenuas, incluso aparentemente estúpidas, otras críticamente inquisitivas. Nada es "impensable". Examinamos los problemas en múltiples contextos, desde perspectivas diversas, para desafiar nuestras propias suposiciones de lo que creemos que sabemos.

Desde la mentalidad convencional, esto parece ser sin dirección e irremediablemente ineficiente. ¿No sería esto una gran pérdida de tiempo y esfuerzo? ¿Por qué no deberíamos simplemente aplicar lo que ya sabemos, presumiendo que estas herramientas (que sabemos que son efectivas, en nuestra experiencia) nos ayudarán a resolver nuevos problemas?

El enigma radica en la naturaleza de los desafíos que enfrentaremos en el futuro. ¿Qué será solucionable usando tecnologías y métodos conocidos? ¿Qué problemas están creando todos los días mediante nuevos conocimientos y tecnologías?

Por ejemplo, la ciberseguridad es un tema muy delicado: los peligros del robo de identidad, el acceso ilegal a la información digital, los ataques a instituciones financieras o gubernamentales, etc., como resultado de poderosos software y herramientas de comunicación. ¿Qué se puede hacer para controlar esta situación utilizando métodos conocidos no tecnológicos? La regulación gubernamental, la aplicación de la ley, los cambios en el comportamiento individual y corporativo, la educación, incluida la ética, son ciertamente pasos necesarios. ¿Esto sería suficiente para resolver el problema?

Ni siquiera cerca. Los nuevos problemas tecnológicos requieren herramientas tecnológicas más efectivas. ¿Cómo podríamos sentirnos seguros si no aceptamos el desafío de explorar un territorio desconocido en el desarrollo de software? La historia de la humanidad se cuenta a través de las herramientas que hemos desarrollado.

¿Cómo podemos ser eficientes al nutrir nuestra energía creativa e ingenio?

Al esforzarme por la eficiencia en el aprendizaje, mis alumnos piensan que están ahorrando tiempo y energía. Les digo que están pagando un precio muy alto al insistir en su mentalidad bien entrenada, pero equivocada. Los intentos repetidos de lograr resultados que resultan inadecuados, porque las suposiciones iniciales eran incorrectas, son contraproducentes. El costo viene en forma de baja moral del equipo, ya que la energía se desvía del pensamiento creativo. El costo proviene del esfuerzo por desaprender y volver a aprender.

¿Qué es desaprender?

Si podemos abrir nuestras mentes para ver claramente lo que está sucediendo, cuáles son nuestras suposiciones, sin prejuzgar lo que es "correcto" y lo que está "mal", si podemos permitir a nuestras mentes acceder a múltiples vías neuronales que pueden aparecer estar periféricamente relacionado con lo que vemos, si podemos abstenernos de autocensurar nuestra creatividad, si tenemos el coraje de decir: "No lo sé, pero estoy ansioso por explorar", este es el camino hacia la efectividad aprendizaje.

La buena noticia es que, al final de un curso semestral de 14 semanas, la mayoría de mis estudiantes en realidad pueden transformarse de esta manera, lo que demuestra que nuestros cerebros tienen mucha más plasticidad neuronal de lo que podríamos haber pensado. Incluso los perros viejos como yo pueden aprender nuevos trucos.

¡Hay esperanza para todos nosotros!