El pensamiento ético debe ser racional y emocional

El antiguo debate filosófico sobre si la ética es principalmente una cuestión de razón o emoción se ha extendido a la psicología, donde hay mucha discusión actual sobre la naturaleza del pensamiento ético. Pero las teorías de inferencia y emoción lo suficientemente ricas pueden aclarar cómo los juicios morales en su mejor momento deberían ser tanto racionales como emocionales.

¿Cómo puedes hacer lo correcto? A veces se dice a la gente: Sé racional, no emocional. Tal consejo adopta la suposición generalizada de que la razón y la emoción son opuestas. Esta oposición es particularmente aguda en la ética, donde filósofos y psicólogos han debatido durante mucho tiempo los roles relativos en el pensamiento ético de la inferencia abstracta y las intuiciones emocionales. Este debate se refiere tanto a la pregunta descriptiva sobre cómo las personas realmente piensan cuando están haciendo juicios éticos y la pregunta normativa de cómo deben pensar.

Adjudicar este debate requiere una teoría de las emociones basada en la evidencia que medie entre dos teorías tradicionales: la visión cognitiva que considera que las emociones son juicios sobre el logro de los objetivos y la percepción fisiológica que considera que las emociones son reacciones a los cambios en uno cuerpo. La visión de la evaluación cognitiva es compatible con la racionalidad potencial de la emoción, porque se puede evaluar la verdad o la falsedad de los juicios. Por otro lado, la percepción de la percepción fisiológica pone las emociones en el lado no racional, ya que las reacciones corporales no son susceptibles a la razón.

En una publicación anterior y más completamente en un libro, he abogado por una síntesis de los dos puntos de vista de la emoción. El cerebro es capaz de realizar simultáneamente la evaluación cognitiva y la percepción corporal, y la conciencia emocional resulta de esta combinación. Si la visión integrada es correcta, podemos ver cómo las emociones pueden ser tanto racionales, al estar basadas, al menos en ocasiones, en buenos juicios sobre qué tan bien logra una situación los objetivos apropiados, y viscerales, proporcionando motivaciones para actuar. Algunas emociones son maravillosamente racionales, como el amor por las personas que agregan un gran valor a nuestras vidas, mientras que otras emociones pueden ser irracionales, como el apego a las parejas abusivas.

Los juicios éticos suelen ser muy emotivos, cuando las personas expresan su fuerte aprobación o desaprobación de varios actos. Si también son racionales depende de si la evaluación cognitiva que es parte de la emoción se realiza bien o mal. Los juicios emocionales pueden ser viciados por muchos factores, como la ignorancia sobre las consecuencias reales de las acciones y el descuido de las metas relevantes, como tomar en cuenta las necesidades e intereses de todas las personas afectadas. A veces se considera que Adam Smith predica un evangelio de interés propio, pero su trabajo sobre los sentimientos morales enfatizó la necesidad de que la ética se base en la simpatía hacia otras personas. Por lo tanto, las emociones involucradas en el pensamiento ético pueden ser racionales cuando se basan en una cuidadosa consideración de una gama completa de objetivos apropiados, incluidos los altruistas. Idealmente, esta consideración debe combinarse con una reacción visceral que proporcione una motivación para actuar bien y corregir las injusticias. Ser bueno requiere pensar y sentir.