Envejecimiento, salud y evolución consciente

"Cuanto más importante sea el tema y más cerca esté de nuestras esperanzas y necesidades, más probable es que nos equivoquemos al establecer un marco para el análisis". -Stephen Jay Gould

Durante el año pasado, este blog ha reflejado dentro de los mensajes variados, un marco antiguo basado en una parábola sufí del caballo, el carruaje, el conductor y el Maestro. En la circunstancia ideal, el maestro está sentado en el carruaje bien cuidado conducido por el conductor experimentado y tirado por un caballo fuerte y bien entrenado. El viaje no es una excursión pausada sino el viaje para cumplir nuestro destino. Esta parábola muestra las diversas interrelaciones entre nuestros estados internos de mente, cuerpo y emociones, y cómo deben equilibrarse para que nuestro viaje de envejecimiento sea largo, productivo y exitoso para lograr el propósito de nuestra vida. Para mí, proporciona una metáfora elegante con una visión profunda y muchas capas de comprensión que nos proporcionan una manera de enfocar nuestro pensamiento sobre el envejecimiento exitoso, la salud y la evolución consciente.

El carro simboliza nuestro cuerpo físico con sus componentes instintivos, sensoriales y motores; el caballo representa nuestras emociones con nuestros sentimientos, miedos y deseos; el conductor significa nuestro intelecto con su capacidad de observar, pensar, comparar y concentrarse. El Maestro es nuestra alma, la esencia de lo que realmente somos. Cuando todo está en equilibrio y en buen estado de funcionamiento, puede tener lugar una transformación consciente dentro de nosotros. El conductor efectivamente guía al caballo y el Maestro descansa cómodamente en el carruaje que se dirige hacia el destino, que es nuestro destino. El místico George Gurdjieff enseñó que esta transformación consciente es como un pastel compuesto de varios ingredientes como azúcar, harina, mantequilla y leche. Una vez que los ingredientes se mezclan adecuadamente y se colocan en el horno para hornear, la torta resultante es una realidad nueva y diferente, y no solo una mezcla de ingredientes.

La parábola comienza con un hombre, que es el conductor, ebrio en un bar público después de haber abandonado sus deberes y responsabilidades. Siente que tiene el control total de su situación y no es un servidor de un maestro superior. Desperdicia por completo su tiempo, dinero y energía y ha descuidado su cuidado del caballo y el carruaje. Como resultado, el caballo no está entrenado y está muriendo de hambre y en una condición debilitada. El carro ha caído en mal estado. El maestro, el empleador del conductor, no es evidente y regresará cuando el conductor, el caballo y el carruaje estén listos para viajar a un destino lejano.

El estado de embriaguez del conductor ilustra nuestro autoengaño a través de ilusiones, ensueños, fantasías, placeres y frustraciones. Estos, a su vez, se basan en nuestras aportaciones sensoriales, nuestro sufrimiento pasado, nuestras imaginaciones futuras y un flujo continuo de diálogo interno e imágenes relacionadas con nuestro trabajo, nuestras relaciones y nuestras posesiones. Este autoengaño refleja nuestro condicionamiento previo y las cosas con las que nos identificamos, una percepción imaginaria del yo que consume todas nuestras energías. En nuestro comportamiento diario habitual, reaccionamos mecánicamente a los estímulos externos de una manera preprogramada bajo la ilusión seductora de que tenemos el control de nosotros mismos y de nuestro destino. El hecho es que intelectualmente estamos atrapados dentro de la taberna pública metafórica y no nos damos cuenta de que afuera tenemos un cuerpo que necesitamos mantener y las emociones que necesitamos manejar. Estos tres componentes básicos de nuestro ser ni siquiera están cerca de una relación asincrónica y armoniosa entre ellos. Perdemos nuestro tiempo, energía y potencial.

Lo primero que debe suceder es que el conductor se despierte y vea su estado lamentable. Se necesita algún tipo de choque que llame la atención para despertar al conductor y lograr que rompa los mitos y enfrente la realidad. Entonces un conductor más sobrio y consciente puede ser capaz de reconocer su situación, calmar la imaginación borracha y dejar de desperdiciar energía en el autoengaño y la irrealidad. Si bien somos mucho más que nuestro intelecto, nuestro intelecto tendrá que asumir la responsabilidad de nuestro crecimiento personal. Tratar de restablecer el equilibrio comenzando con el caballo o el carruaje no funcionará porque nuestros cuerpos y nuestras emociones reaccionan a los estímulos y no pueden realizar una actividad significativa por sí mismos. Nuestro intelecto debe dejar la comodidad de nuestros hábitos e imaginación y examinar cuidadosamente el mal estado de nuestro cuerpo, el carruaje y el caballo olvidado y maltratado que representa nuestras emociones. Este examen objetivo requiere encuestar sus necesidades y comprender cómo tomar las medidas correctivas necesarias. Para decirlo de otra manera, el conductor ahora sabe que debe aprender a reparar y mantener el carro desafiando su cuerpo y alimentándolo, entrenándolo y descansándolo disciplinando el yo emocional. Y también se da cuenta de que tiene algo que hacer para convertirse en un conductor más informado, habilidoso, humano y humilde, que requiere que nuestro intelecto reconozca la realidad de su papel.

Una vez que se ha iniciado todo este trabajo preliminar, el conductor se da cuenta de que cada una de las partes necesita una interconexión renovada. El caballo debe ser cuidadosamente enganchado al carro y equipado con una brida y riendas. Cuando todo esté en el orden correcto, el conductor puede tomar las riendas, montar el carruaje y realizar algunos paseos cortos de práctica para esperar las instrucciones del Maestro. Solo ahora aparecerá el Maestro y ocupará el carruaje. El conductor debe ser paciente, alerta e intentar escuchar la guía del Maestro y luego proceder en la dirección apropiada.

Al aplicar esta parábola a nuestras reflexiones sobre el envejecimiento y la salud, nos damos cuenta de que tenemos un control considerable sobre nuestro envejecimiento y que puede que no vivamos una vida dentro de nuestro potencial. Un despertar comienza cuando reconocemos que no vamos a ninguna parte y no sabemos a dónde ir. En un nivel fundamental, entendemos que hay más en la vida que las luchas mecánicas para maximizar la comodidad o el placer y para minimizar el dolor o la angustia, tan importantes como esos aspectos de la vida. La constatación de que podemos observar y contemplar objetivamente nuestra situación personal y comenzar a tomar medidas correctivas es un factor crítico para comenzar y para mantener el proceso de envejecimiento correctamente. La perseverancia, el triunfo de nuestra fuerza de voluntad sobre nuestra voluntad, al establecer un enfoque más positivo y realista para nuestro envejecimiento y productividad es vital en este proceso. Un dicho budista es: "Si estamos en la dirección correcta, todo lo que tenemos que hacer es seguir caminando".