Gran comunicación

Hablando desde nuestra experiencia

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Fuente: StarFlames / Pixabay

Linda: Hay una gran diferencia entre hablar desde nuestra experiencia interna y hablar desde nuestras opiniones. Hablar desde nuestra experiencia es expresar nuestros sentimientos y necesidades. Hablar desde nuestras opiniones con frecuencia se caracteriza por pensamientos, que a menudo son críticos y críticos. No hay nada de malo en expresar opiniones. Lo hacemos todo el tiempo, y a menudo eso puede llevar a discusiones provocativas y valiosas. Pero a veces, cuando la opinión es sobre la otra persona, más que sobre el contenido de lo que dicen, es más probable que una o ambas personas se sientan incomprendidas, criticadas, humilladas, menospreciadas, juzgadas, regañadas y avergonzadas. Cuando estos sentimientos están presentes, el impulso hacia la reactividad es fuerte.

Los juicios, las opiniones no solicitadas, el consejo, la crítica, la culpa, la identificación de faltas, los insultos y otros tipos de violencia verbal son todas formas de agresión. Cuando nos encontramos con la agresión con agresión, hay una intensificación de los sentimientos de miedo y enojo. Cuando esto sucede, ambos nos sentimos más amenazados, menos seguros, menos seguros y se nos sugiere contraatacar.

Contraatacar puede hacernos sentir como si estuviéramos más protegidos. Le avisamos a la otra persona que no tenemos la intención de permitirnos que nos amenacen. No es fácil anular esta tendencia rígida, lo que plantea la verdadera pregunta. “¿Por qué debería poner la otra mejilla cuando me siento culpado, criticado o atacado? ¿Por qué no debería reaccionar poniendo a la otra persona en su lugar? ¿Qué clase de persona se permitiría ser atacada sin intentar defenderse?

Estas son preguntas muy importantes que cada uno de nosotros debe considerar. Si nuestra intención es crear un entorno más seguro, más respetuoso y más confiado dentro de nuestra relación, resistir la tentación de contraatacar es lo más inteligente que podemos hacer.

Muchos de nosotros entendemos que luchar contra la violencia con violencia solo crea más sufrimiento. El problema para muchos de nosotros no es que no queremos romper estos círculos viciosos, es que no creemos que podamos. Cuando percibimos que estamos siendo amenazados, es fácil sentir que la única alternativa a la reactividad es la pasividad. En consecuencia, no es sorprendente que muchos de nosotros elijamos la reactividad sobre la pasividad. La pasividad es un estado de inercia e inacción frente al peligro. Es una estrategia para lidiar con un sentimiento subyacente de impotencia. Podemos adoptar una postura activa pero no agresiva para afirmar nuestra propia verdad en el momento.

Para hacerlo, necesitamos saber cuál es nuestra propia verdad. Para saberlo, tenemos que dirigir nuestra atención hacia nosotros mismos, y redirigir nuestra atención lejos de la otra persona. Es importante hacer la distinción entre la experiencia sentida en el cuerpo, en lugar de solo los pensamientos en la mente.

Esto no es fácil frente a las emociones fuertes. Cuando la otra persona aparece ante nosotros como una amenaza, los percibimos como el enemigo. Si nos enfrentamos a un enemigo real que representa una amenaza real, entonces puede ser muy apropiado mantener este enfoque externo, hasta que nos sintamos lo suficientemente seguros como para ser más vulnerables con ellos. Esto no significa que debemos ser vulnerables con todos. Si hacemos la evaluación de que la intención principal de alguien es hacernos daño para servir a su propia agenda, la apertura en una situación como esa sería inapropiada, incluso tonta.

Al redirigir la conciencia de los demás hacia nuestra propia experiencia, podemos verificar qué emociones sentimos, observar nuestro estado emocional, observar cuán profunda o rápida es nuestra respiración, nuestro ritmo cardíaco, temperatura corporal, frío o sudoración. Algunas veces podemos hacer esto incluso mientras estamos entablando un diálogo, chequeando periódicamente para monitorear nuestra propia experiencia. Cuando las emociones se están agotando, este tipo de control puede no ser posible. En tales casos, puede ser útil tomar un “mini descanso” por cuestión de minutos.

Conectarnos a nuestra propia experiencia es lo más valioso que podemos hacer en medio de una emoción fuerte. Hablar de nuestros propios sentimientos y necesidades es lo que nos convence de que estamos en el mismo equipo, unidos en nuestro compromiso de manejar cualquier desafío que se presente. Cuando ambos podemos encontrarnos en presencia de esta conciencia compartida, la intensidad de nuestros sentimientos no disminuye, pero nuestras emociones se transforman del miedo al amor, del dolor a la gratitud y de la separación a la conexión.