La psicología evolutiva y el mundo digital.

Nuestras tendencias naturales aún no se han adaptado al entorno digital.

Millones de años de evolución nos han dado forma para enfrentar mejor los desafíos que enfrentamos en la naturaleza.

A lo largo de esos años, el cerebro humano se ha triplicado en tamaño, hemos pasado a pararnos y movernos con dos piernas, y nos hemos convertido en la especie dominante en el mundo animal. Sin embargo, nada de esto nos ha preparado para enfrentar un entorno digital que desafía constantemente nuestras tendencias naturales. En los últimos años, ese entorno ha ido cambiando a un ritmo tan rápido que es imposible para las fuerzas de la evolución realizar los ajustes necesarios en nuestras tendencias naturales, que aún no se han adaptado al entorno digital.

¿Qué es la psicología evolutiva?

La psicología evolutiva tiene como objetivo explicar el comportamiento humano en términos evolutivos. Algunas características humanas evolucionaron porque aumentaron la probabilidad de supervivencia en el medio ambiente. Los estudios en el campo se inspiran en la observación de animales, por ejemplo, cómo el cuello de una jirafa le permite alcanzar las hojas de los árboles altos que los animales más pequeños no pueden alcanzar, o cómo la capacidad del camaleón para cambiar de color le permite esconderse de los depredadores al mezclarse con el el ambiente alrededor.

Charles Darwin ideó el concepto de selección natural, que sostiene que si una variante particular de los rasgos conduce a una mayor adaptación al ambiente, estos rasgos se conservarán y se transmitirán a las generaciones futuras.

Por ejemplo, hace unos 10.000 años, ninguna infancia pasada podía digerir el azúcar de la leche, llamado lactosa. La producción humana de la enzima responsable de la descomposición de la leche se detuvo después del destete. En algún momento de los últimos 10,000 años, ciertas poblaciones comenzaron a criar ganado en el norte de Europa y Medio Oriente. Estas poblaciones también desarrollaron ciertas variantes genéticas que permitieron la digestión de la leche más allá de la infancia. Esta habilidad proporcionó una ventaja calorífica significativa, y por lo tanto la característica se extendió.

Todavía somos habitantes de cuevas cuando se trata de pérdida de control

Otra característica dominante que se ha desarrollado es la necesidad obsesiva de tener el control. Una de las cosas más importantes para nuestra supervivencia en el mundo es nuestra capacidad para predecir lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Por lo tanto, nuestros sistemas responden fuertemente a una sensación de pérdida de control. Este sentimiento se acompaña de respuestas fisiológicas automáticas, como la frecuencia del pulso rápido y el flujo sanguíneo acelerado, diseñados para preparar nuestros sistemas para enfrentarlos. Ya sea que la situación que precipita la sensación de pérdida de control sea una ruptura inesperada, una entrevista de trabajo o una cocina inundada, la respuesta fisiológica sigue siendo la misma.

Común a todos estos ejemplos es nuestra incapacidad para anticipar la situación. En términos de nuestros sistemas, este es el peor escenario, porque nuestra supervivencia en el mundo depende de nuestra capacidad para predecir lo que está sucediendo en nuestro entorno.

Resulta que el entorno digital también nos pone en muchas situaciones que desencadenan esta sensación de pérdida de control.

Recientemente ayudé a un cliente, una organización de noticias global, a analizar el comportamiento de los visitantes a su sitio web. La organización había intentado promocionar un video haciéndolo reproducir automáticamente cuando los visitantes llegaban a la página. Después de analizar el comportamiento de los visitantes, encontramos que en el 90 por ciento de los casos, los visitantes hicieron clic para detener el video inmediatamente. No era que hubiera algo malo en el video, el contenido estaba diseñado para ser interesante y relevante, había algo que la organización no había tenido en cuenta: uno de los objetivos principales del sistema de un ser humano es controlar lo que está sucediendo en el ambiente. Somos muy sensibles a la desviación más pequeña de nuestras expectativas. Entonces, si esperamos iniciar sesión y leer un artículo en silencio, y de repente comienza a reproducirse un video, tenemos una necesidad incontrolable de restablecer el control de la situación, y hacer clic en el botón de detención lo logrará. Aunque el video no representa una amenaza para nuestra supervivencia, nuestros cerebros aún no han aprendido a hacer esta transición mental, y la respuesta inmediata es restaurar el control. Recomendamos a la organización que cancele la reproducción automática, y cuando lo hizo, ¡la tasa de visualización de videos aumentó en un 60%!

Un video que se reproduce automáticamente no es la única situación que genera una respuesta de estrés en el mundo digital. Hemos encontrado que los visitantes a sitios donde las páginas son particularmente largas o tienen un desplazamiento infinito (los sitios donde usted se desplaza y se desplaza pero nunca llegan al final de la página) también sienten una pérdida de control. He observado situaciones en las que las personas se desplazan un rato y de repente pierden el rastro de dónde están. Ese tipo de situación evoca las mismas reacciones de miedo que sentimos cuando nos perdemos en entornos físicos desconocidos.

En el mundo físico, erigimos señales viales e hitos para ayudar a las personas a volver sobre sus pasos. De manera similar, en el mundo digital, los sitios que comprenden la psicología del usuario proporcionan barras de navegación que permiten a las personas hacer clic en una página en cualquier momento. Lo interesante es que la presencia de una barra de navegación conduce a porcentajes de desplazamiento más altos, incluso si no se utiliza. Lo que importa no es si los usuarios realmente tienen que tomar medidas para controlar la situación. Lo que importa es la presencia de la barra de navegación que les da la sensación de tener control. En el mundo físico, los botones de puertas cerradas en los ascensores y los botones en las señales de peatones en las esquinas de las calles tienen un propósito similar: nos hacen sentir en control, aunque algunos de ellos no funcionan.

¿Qué hay de los rasgos que ya no necesitamos?

Así como la evolución trabaja para preservar los rasgos que nos dan una ventaja, también funciona para borrar características que ya no constituyen una ventaja en el medio ambiente.

Por ejemplo, en el pasado (hace unos 63 millones de años), nuestros cuerpos producían una enzima que generaba vitamina C por sí sola. En un momento dado, comenzamos a consumir vitamina C de los cítricos, por lo que ya no necesitábamos producirla, y ahora la capacidad de producir vitamina C se ha extinguido.

De manera similar, los estudios muestran que hoy, como resultado de confiar en las aplicaciones de navegación GPS, las regiones de nuestro cerebro responsables de la navegación y la orientación espacial dejan de responder. Además, desde que comenzamos a almacenar números de teléfono en nuestros dispositivos móviles, estamos usando menos memoria a largo plazo.

Un fenómeno aún más perturbador es que la digitalización ha hecho que las interacciones interpersonales sean cada vez menos accesibles para nosotros, ya que nuestra comunicación principal es a través de pantallas. De esta manera, la región en nuestro cerebro responsable de interpretar las señales de otras personas se vuelve menos eficiente. Esto es especialmente cierto entre aquellos que han crecido en un entorno tecnológico.

El ritmo del desarrollo tecnológico, y el hecho de que ocupa un lugar cada vez más importante en nuestras vidas, nos lleva al hecho de que, en pocos años, nuestros circuitos neuronales se volverán a cablear con funciones cerebrales completamente diferentes. Es difícil evaluar cómo los cambios tecnológicos moldearán nuestras mentes, pero lo que podemos saber con certeza es que, en términos de las generaciones futuras, seremos objeto de una extensa investigación, al igual que el hombre antiguo.