Lo que la falta de afecto puede hacerte

Recientemente escribí sobre Juan Mann, el fundador del movimiento "Free Hugs" que se sintió tan privado de un contacto humano significativo que ofreció abrazar a extraños en la calle. Quizás puedas identificarte con Mann. ¿Con qué frecuencia te sientes solo, anhelando más afecto de lo que recibes? Tal vez desearías que tu cónyuge o pareja demostraran un poco más su amor. Quizás has intentado sin éxito que ciertas personas en tu vida sean más afectuosas contigo, así que sigues deseando más afecto de lo que recibes. Si alguno de estos te suena familiar, entonces estás experimentando un problema común conocido como hambre en la piel, y estás lejos de estar solo. Considerar:

  • Tres de cada cuatro adultos están de acuerdo con la afirmación: "Los estadounidenses sufren de hambre en la piel".
  • Más estadounidenses viven solos que nunca.
  • Uno de cada cuatro estadounidenses informa que no tiene una sola persona con quien hablar sobre asuntos importantes.
  • La soledad entre los adultos estadounidenses ha aumentado un 16 por ciento en la última década.

Estos hechos nos ayudan a comprender la naturaleza del hambre en la piel, que es a la vez un reconocimiento de que no recibimos tanto afecto como necesitamos, y de nuestro deseo de obtener más. Normalmente asociamos el hambre con la comida, por supuesto, pero no sentimos hambre simplemente porque queremos comida. Sentimos hambre porque necesitamos comida, al igual que nos sentimos sedientos porque necesitamos agua y estamos cansados ​​porque necesitamos dormir. Nuestros cuerpos saben lo que necesitan para funcionar correctamente, y la investigación sugiere que el afecto pertenece a esa lista, justo detrás de la comida, el agua y el descanso.

Del mismo modo que la falta de alimento, agua y descanso tienen sus efectos perjudiciales, también lo hace la falta de afecto. En un estudio reciente con 509 adultos, examiné la construcción del hambre en la piel y los déficits sociales, relacionales y de salud a los que está asociada. Los resultados fueron consistentes y llamativos. Las personas con altos niveles de hambre en la piel están en desventaja de múltiples maneras, en comparación con aquellos con niveles moderados o bajos. Específicamente, en comparación con las personas con menos hambre en la piel, las personas que se sienten más privadas de afecto: son menos felices; más solitario; más probabilidades de experimentar depresión y estrés; y, en general, en peor estado de salud. Tienen menos apoyo social y una menor satisfacción en las relaciones. Experimentan más trastornos del estado de ánimo y la ansiedad, y más trastornos inmunes secundarios (los que se adquieren en lugar de heredarse genéticamente). Son más propensos a tener alexitimia , una condición que afecta su capacidad para expresar e interpretar la emoción. Finalmente, es más probable que tengan un estilo de apego evitativo preocupado o temeroso; es menos probable que formen vínculos seguros con otras personas en sus vidas.

Estos hallazgos no establecen que el hambre en la piel cause todas estas condiciones negativas, solo que las personas que se sienten privadas de afecto son más propensas que otras a experimentarlas. Sin embargo, si eres una de esas personas, estos hallazgos probablemente no sean una sorpresa. El contacto afectuoso es tan necesario para una vida sana que sufrimos cuando no recibimos lo suficiente.

Afortunadamente, el hambre en la piel no tiene que ser una condición permanente. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de obtener más afecto en nuestras vidas. Mientras tanto, baja tu teléfono celular y comparte un momento afectuoso con alguien en persona. Para aquellos con hambre en la piel, el contacto humano -no la variedad mediada tecnológicamente- es la cura para lo que enferma.