Manipulando el sistema inmune para combatir el dolor

El síndrome de dolor regional complejo (SDRC) ha sido conocido por una variedad de nombres a lo largo de los años, que incluyen: distrofia simpática refleja, causalgia, atrofia de Sudeck y algodistrofia. Es una condición dolorosa que involucra una extremidad, y generalmente ocurre después de algún tipo de trauma; pero puede haber o no evidencia de daño a un nervio mayor. Puede tener cambios concomitantes en la piel, irregularidades en la sudoración y defectos en la función motora, pero la principal queja cuando un paciente se presenta a su cuidador es el dolor severo.

Se han usado muchos tratamientos diferentes a lo largo de los años, con resultados variables. Lamentablemente, si un paciente no mejora dentro de los 6 meses, CRPS a menudo resulta en un impacto adverso en la vida del paciente, afectando la salud psicológica y el empleo remunerado. Los investigadores todavía no conocen la causa de CRPS. Una teoría es que hay activación inmune en la extremidad afectada, la sangre y el líquido cefalorraquídeo de pacientes con CRPS. Un artículo reciente publicado en "Annals of Internal Medicine" muestra los resultados de un estudio en el que los investigadores intentaron tratar el dolor crónico del CRPS modulando el sistema inmune con inmunoglobulina intravenosa (IgIV). Fue un estudio pequeño, pero hubo reducciones en el dolor entre los participantes del estudio.

Debido a que el dolor tardío con SDRC a menudo es refractario al tratamiento, muchos sienten que esta afección se sostiene mediante los llamados mecanismos de neuroplasticidad. Se teoriza que estos mecanismos ocurren tanto a nivel de la médula espinal como del cerebro, lo que representa una memoria neuronal desadaptativa; el dolor persiste a pesar de la necesidad nula o mínima de un estimulante nocivo para causar ese dolor. El hecho de que el CRPS parezca responder a IVIG sugiere que la inmunidad desempeña un papel en el mantenimiento del dolor crónico, tal vez a través de la activación neuroinmune tanto central como periférica; IGIV parece reducir dicha activación.

La autoinmunidad también puede desempeñar un papel en CRPS. Quizás aquellos pacientes que desarrollan CRPS después de un trauma pueden ser susceptibles debido a autoanticuerpos; IVIG tiene la capacidad de neutralizar estos anticuerpos dañinos. Otro estudio sí descubrió que los pacientes con CRPS crónico tenían una mayor incidencia de trastornos inmunitarios en comparación con aquellos pacientes cuyo CRPS era de corta duración.

Si bien el estudio de IVIG para el SDRC analizado anteriormente es pequeño, le da una faceta más al dolor crónico, ese azote multifacético que afecta la vida cotidiana de tantos. Nos recuerda que el dolor crónico involucra tantas alteraciones en el cuerpo y la mente: hay cambios en el procesamiento sensorial, el inicio del miedo y la depresión de la realidad y las perspectivas de dolor crónico continuado, y la consecuente desesperanza que resulta de la pérdida del empleo y el impacto en las relaciones personales.

El estudio definitivo sobre IGIV para el dolor crónico de CRPS aún no se ha realizado. Será costoso y largo e involucrará a múltiples instituciones. Si tal estudio confirma la utilidad de la IGIV en el SDRC, podría impulsar el tratamiento de otras causas de dolor a través de la manipulación del sistema inmune. ¿No sería interesante?