¿Puedo conseguir un testigo?

El papel de la autorreflexión en el mantenimiento del equilibrio.

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Decidimos centrarnos esta vez en abordar algunos malentendidos comunes en torno a la idea de un sentimiento auténtico planteado en nuestra última publicación. En “No confíes en tus sentimientos”, ciertamente no quisimos dar a entender que alguien debería ignorar sus instintos sobre una persona o situación. Estos mensajes son un mecanismo de supervivencia vital y nunca deben ser ignorados. Tampoco queríamos decir que las personas debieran carecer de emoción: forman parte de lo que nos hace seres humanos y nos permiten ser empáticos con los demás. Es la forma en que reaccionamos y trabajamos con estos sentimientos lo que importa.

Parte de lo que dificulta esta discusión es que no tenemos un vocabulario útil que permita matices. Como resultado, es fácil pensar que un sentimiento auténtico significa simplemente seguir nuestros estados de ánimo. El paisaje afectivo de los seres humanos está plagado de pantanos, incluidos los complejos que pueden crear una tormenta de emociones y estados de ánimo. Cuando se toca en un punto débil, incluso una personalidad muy estable puede inclinarse hacia sentimientos que a su vez conducen a una mala toma de decisiones. La capacidad de autorregularse emocionalmente y limitar la impulsividad es un sello distintivo de la madurez. Los adolescentes muestran las características de malhumor e impulsividad precisamente porque aún no han aprendido a poner sus sentimientos e impulsos dentro de un contexto más amplio.

En “Finding Sanctuary”, el abad Christopher Jamison escribe que las tradiciones religiosas ofrecen herramientas para garantizar que podamos procesar los sentimientos, especialmente si estamos pasando por un momento de confusión emocional. Tomar períodos de tiempo regulares para la autorreflexión y la contemplación es una práctica vital en este sentido. Estas prácticas ofrecen una perspectiva de las situaciones que permite tiempo para considerar si las cosas son tan malas como parecen.

La reflexión también contribuye en gran medida a mitigar el hábito de ser un “adicto a la crisis”, ya que los eventos se pueden ubicar en un marco de referencia más amplio y se puede entender como parte de la vida. La idea de que los eventos se calmarán es, por supuesto, un sueño preciado de muchos de nosotros. Sin embargo, la experiencia muestra que, de hecho, la vida se complica con el tiempo. Lo que sí cambia es la capacidad de manejar los desafíos. Jamison se refiere a esto como la capacidad de discernir y decidir “qué voces seguir”.

Cultivando al Testigo

El método para cultivar una conciencia de testimonio es una de las muchas prácticas útiles que se enseñan a través de las tradiciones contemplativas. Es una creación voluntaria del intelecto: una posición de observación comprometida pero desapegada de nuestros sentimientos y pensamientos. Esencialmente, es una forma de vernos a nosotros mismos donde no tiene lugar ningún juicio o comparación. En lugar de reaccionar a nuestros impulsos inmediatos, aprendemos a dar un paso atrás y simplemente ver qué es. Es un proceso en el que podemos evitar ser atrapados en los patrones más inconscientes y en su lugar volver hacia adentro para buscar más profundamente la perspectiva y el significado. El testigo habita en el espacio entre el calor de nuestros sentimientos no examinados y el intelecto discriminativo.

En la filosofía del Yoga, este aspecto de la mente se denomina buddhi -la mente despierta- y abarca la intuición, la discriminación y el juicio espiritual. Es la parte de nuestra mente y psique que es capaz de captar los reinos superiores dentro de nosotros y nos dirige sabiamente a través de los desafíos de la vida. También se puede ver como un aspecto de nuestro ego utilizado para salir de nuestras proyecciones y complejos. Tanto en los textos budistas como yógos se refieren a estos como los “velos” de nuestra mente.

La práctica regular de testificar nos permite observar nuestros sentimientos con mayor claridad y actuar desde una posición que permite la perspectiva y la madurez. Nunca se trata de ignorar o desestimar nuestros sentimientos, sino de permitir que estos dialoguen con la inteligencia discriminativa y nuestra brújula moral. En el budismo, por ejemplo, la “comprensión correcta” es fundamental para la práctica espiritual y es el primer principio del cual fluye todo lo demás.

Las tradiciones contemplativas nos enseñan que todas nuestras actividades diarias y las muchas voces de la mente están disponibles para el testigo, siempre que reduzcamos la velocidad lo suficiente como para ver la calidad inherente y el significado de éstas. El testigo, sin embargo, no aparece sin algún tipo de entrenamiento. Debe ser desarrollado por técnicas específicas. Se pueden usar diversas prácticas de meditación y atención plena que nos sacan de nuestros patrones normales de reacción y ayudan a establecer al testigo para navegar mejor en el complejo laberinto de la mente.

Referencias

Bechsgaard, Gitte. 2013. El regalo de la conciencia. Newcastle upon Tyne: Cambridge Scholars Publishing

Jamison, Christopher. 2006. Encontrar santuario. Pasos monásticos para la vida cotidiana. Londres: Weidenfield y Nicolson.