Retomando la mirada masculina

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Mayer George/Shutterstock
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"Mirada masculina" es un término acuñado por la crítica de cine Laura Mulvey para describir el ángulo cinematográfico de un hombre heterosexual en un personaje femenino. Como la ficción imita la vida, y viceversa, la mirada masculina se ha convertido en una perspectiva cultural familiar. Sin embargo, la investigación encuentra que la mirada masculina tiene costos psicológicos significativos y penetrantes para las mujeres de los que ni siquiera podrían estar conscientes.

La mirada masculina juega más obviamente en dos áreas principales: encuentros interpersonales y sociales reales (por ejemplo, abucheos, "mirar afuera", mirar las partes del cuerpo de las mujeres, hacer comentarios sexuales) y exposición a medios visuales que resaltan los cuerpos y las partes del cuerpo de las mujeres. representándolos como el objetivo de una mirada masculina no recíproca.

A través de las representaciones de los medios y la experiencia directa, tanto las mujeres como las niñas aprenden que su apariencia es moneda social y comienzan a tomar la perspectiva del gazer masculino (Fredrickson y Roberts, 1997). El proceso de control corporal habitual, en el que las mujeres controlan sus cuerpos como creen que lo hacen los observadores externos, se denomina auto-objetivación. Con el tiempo, a medida que las mujeres prestan más atención a su apariencia, comenzaron a internalizar esta visión del observador de sus cuerpos como una forma primaria de pensar sobre sí mismas y terminar valorando más su apariencia que cómo se sienten.

Los experimentos de laboratorio y las encuestas encuentran que la auto-objetivación aumenta la vergüenza corporal, interrumpe la atención y predice negativamente el bienestar (Calogero, et al., 2011). Específicamente, cuando se les pide a las mujeres que adopten una perspectiva autoobjetivante, experimentan ansiedad acerca de su apariencia y seguridad física, junto con una disminución de la atención de las señales corporales internas y una menor capacidad para concentrarse en actividades mentales o físicas inmediatas.

En un experimento de Calogero (2004), a las mujeres se les dijo que estarían experimentando una mirada masculina o una mirada femenina. Descubrieron que la mera anticipación de una mirada masculina aumentaba la autoobjetivación en las mujeres jóvenes y provocaba una mayor vergüenza corporal y ansiedad en el cuerpo social en comparación con las participantes que anticipaban una mirada femenina o ninguna.

En la vida cotidiana, las mujeres experimentan múltiples contextos físicos y sociales (por ejemplo, espejos, revistas de moda, conversaciones) que desencadenan la auto-objetivación (Fredrickson y Roberts, 1997). Utilizando la metodología de muestreo de experiencia, Breines et al. (2008) investigaron la auto-objetivación en la vida cotidiana de 49 estudiantes universitarias. Descubrieron que la auto-objetivación se desencadenaba en una variedad de contextos y afectaba negativamente el bienestar de las mujeres, tal como lo indican sus informes sobre la disminución de los sentimientos de vitalidad, fluidez y efecto positivo a lo largo del día.

Realizar rituales de arreglo diario frente a un espejo es quizás una de las formas más comunes en que las mujeres se autocofifican, tomando la perspectiva de otra antes de que aparezcan en público. En The Second Sex , Simone de Beauvoir sugirió recuperar la mirada masculina mirando su propio reflejo en el espejo. Ella habló de la euforia de ahogarse en la propia imagen como una experiencia decididamente privada. Aunque a primera vista puede parecer un poco narcisista e involucrado en sí mismo, las mujeres pueden y obtienen placer al mirar su propia imagen sin comparación con los estándares culturales de belleza o la intrusión de la mirada masculina (McGill, 2016). En una sociedad que les dice a las mujeres que su apariencia externa es importante, quizás más que cualquier otra cosa, mirarse a sí mismo puede ser una forma de recuperar el poder, de reivindicarse a sí mismo plena y amorosamente.

Ahora hay evidencia de investigación de que los espejos pueden usarse no solo para desencadenar la auto-objetivación y la ansiedad, sino también para crear efectos beneficiosos y calmantes. Los psicólogos han estado utilizando la tecnología de espejo y video para ayudar a los pacientes ansiosos a reconocer sus propias emociones, y luego aprender a auto-calmarse a través de una terapia autorreflexiva (Vinai, et al, 2015). Al observar sus expresiones emocionales, los pacientes pueden entrar fácilmente en contacto con su condición de incomodidad y sufrimiento. Tomar conciencia de sus propias emociones, sus pensamientos, creencias y expectativas es un primer paso necesario hacia la aceptación y la autocompasión.

La investigación sobre la meditación especular (Well, et al, 2016) encuentra que 10 minutos de mirar el propio reflejo sin otro objetivo que estar presente con uno mismo reduce el estrés y aumenta la autocompasión (y no tiene efectos sobre el narcisismo). Las participantes femeninas reportan mayor comodidad con su apariencia (p. Ej., Se sienten más cómodas sin usar maquillaje) y una atención más centrada en sus sentimientos internos que en su apariencia externa después de practicar regularmente (Well, 2017).

Entonces, de esta manera, el espejo se puede usar para rastrear cómo la auto-objetificación está afectando el estado interno de uno al observar las propias emociones. Las mujeres pueden pasar de objetivarse a sí mismas y sentirse ansiosas a través de la mirada masculina para ver su humanidad y sentir autocompasión. En última instancia, esta nueva perspectiva de reflejo puede inspirar a las mujeres a recordar cómo se sienten en el momento y a ver su propia imagen con compasión como una práctica habitual.

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