¿Se siente estresado, ansioso y solo?

El estrés crónico socava la compasión, haciéndonos indiferentes a las personas que nos rodean. Reduce nuestro enfoque a la supervivencia básica, distorsionando nuestra capacidad de ver, escuchar y entender a las personas que nos rodean, saboteando nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Se debilita nuestra capacidad cognitiva, lo que socava nuestra capacidad para resolver problemas. Y hoy, uno de cada cinco estadounidenses experimenta estrés crónico, que puede provocar ataques de pánico, ansiedad, depresión, problemas gastrointestinales, hipertensión, diabetes, obesidad, accidente cerebrovascular, infarto de miocardio, fatiga crónica, demencia y una larga lista de conductas adictivas (ADAA , NIMH, Instituto Americano de Estrés).

Pink Lotus Blossom/ by Frank Baldessari/ Creative Commons Attribution-ShareAlike License on Wikimedia Commons
Fuente: Pink Lotus Blossom / por Frank Baldessari / Creative Commons Attribution-ShareAlike License en Wikimedia Commons

Sin embargo, si el estrés cierra nuestra capacidad de compasión, la meditación puede ayudar a recuperarla. En un experimento de Boston (Condon, Desbordes, Miller y DeSteno, 2013), los investigadores asignaron a 39 hombres y mujeres jóvenes de la comunidad mayor a una de tres condiciones durante ocho semanas: 1) un curso de meditación de atención plena, 2) un curso de meditación de compasión , o 3) un control de lista de espera. Al final del período de ocho semanas, se les dijo a los participantes que fueran al laboratorio para las pruebas de seguimiento. Uno a la vez, cada participante ingresó a la sala de espera fuera del laboratorio donde había tres sillas, con dos mujeres confederadas en dos de ellas. El participante se sentó en la silla vacía. En unos pocos minutos, una mujer joven cojeó con muletas. Ella suspiró, se estremeció de dolor y se apoyó contra la pared. Las dos mujeres confederadas permanecieron sentadas, sin responder a su sufrimiento. La compasión de los participantes se evaluó según si ofrecían o no sus asientos a la mujer con muletas. Un confederado notificaría a los experimentadores sobre esto con un mensaje de texto. En dos minutos, el experimentador abrió la puerta del laboratorio, y el experimento real se terminó, aunque los participantes tomaron una corta serie de pruebas no relacionadas.

Sorprendentemente, los meditadores demostraron una compasión significativamente mayor, ofreciendo sus sillas a la mujer sufriente más de cinco veces más a menudo que los controles. El sexo de los participantes no marcó la diferencia ni la forma de meditación involucrada, los resultados fueron los mismos tanto para las clases de mindfulness como de compasión.

¿Qué nos dice esto? Que una práctica de meditación regular hace más que hacernos sentir bien. No solo es bueno para nosotros individualmente, reducimos el estrés y mejoramos nuestra salud y tranquilidad (ver Shapiro y Carlson, 2009), sino que también lo hacemos colectivamente, aumentando nuestra compasión, construyendo comunidad (ver Dreher, 2015), ayudándonos a superar la ansiedad y la alienación en nuestro mundo.