Viajes: explorando su mundo, por dentro y por fuera

Si siempre estamos llegando y partiendo, también es verdad que estamos eternamente anclados. Un destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas.

                                                                                  -Henry Miller

Los viajes son una de las herramientas más poderosas y literales para hacer pasajes o transiciones porque manifiestan nuestros impulsos y deseos internos en el mundo exterior. El viaje es un esfuerzo deliberado para ir más allá de nosotros mismos. Nos aventuramos en un territorio desconocido para buscar desafíos y cambios, para encontrar nuevas respuestas y dimensiones. Los viajes nos liberan de los límites de nuestro propio espacio, lo que nos permite experimentar las cosas de una manera que no es posible en nuestro entorno familiar. Nos abren a lo inesperado y a lo mágico. Tales experiencias pueden ser reconocidas conscientemente como marcadores del crecimiento pasado y como un impulso para un mayor crecimiento, como pasos más allá de las limitaciones y hacia la libertad, y como saltos a nuevos aspectos de la propia identidad.

Los viajes también nos ayudan a conectarnos con el sentido universal de lo que significa ser humano. Cuando viajamos entre otros más allá de lo familiar, tenemos la oportunidad de ver lo que es común entre todas las personas: cómo amamos, cómo trabajamos, cómo nos relacionamos en la familia y la comunidad, cuáles son nuestras necesidades básicas y cómo las encontramos. Los viajes nos conectan con el pathos de la experiencia humana y, a través de esto, nos enseñan a sentir compasión por los demás. Ellos amplían nuestra comprensión, aumentan nuestra experiencia de quiénes somos y nos desafían a expresar nuestra verdadera naturaleza más plenamente.

El viaje puede ser un viaje para escaparte por un tiempo, o un traslado a un lugar que se convierte en nuestro nuevo hogar. Podría ser una "llamada a la aventura" -el viaje del héroe- siguiendo un deseo profundamente sentido, una atracción instintiva a un lugar con algún propósito. Nuestro viaje puede ser superar un obstáculo específico o conectarse con una fuente espiritual o histórica. O quizás el ímpetu simplemente reside en el conocimiento de que ir a un lugar nuevo traerá nuevas oportunidades para el cambio. Puede que no sepamos lo que estamos buscando, pero sabemos que estamos buscando, y el viaje nos ayuda a encontrarlo.

Hay una larga historia de renombrados viajes de "rito de paso". En literatura, los protagonistas de obras como La Odisea y El Progreso del Peregrino fueron transformados por viajes épicos que los movieron a través de varias etapas de sus vidas. Los maestros religiosos iluminados pusieron a prueba su fe, fortaleza y capacidad de recuperación, o se esforzaron por alcanzar un mayor nivel de comprensión, en viajes solitarios. El Buda dejó su privilegiado mundo de clausura para presenciar la pobreza, la enfermedad y la muerte. Jesús viajó al desierto durante cuarenta días y noches para probarse a sí mismo contra las tentaciones y los males. Moisés subió al Monte Sinaí para recibir los Diez Mandamientos.

Las peregrinaciones son otra forma clásica del viaje del "rito de paso". Según el antropólogo Victor Turner, el peregrino espera tener "una experiencia directa del orden sagrado, invisible o sobrenatural, ya sea en el aspecto material de la curación milagrosa o en el aspecto inmaterial de la transformación interior del espíritu o la personalidad". Además de ser una obligación para los devotos, cada vez más personas visitan sitios sagrados para acceder y enriquecer sus vidas espirituales.

En la cultura contemporánea, el viaje del héroe es un rito de paso ampliamente utilizado. Su atractivo es evidente en el enorme interés en los programas de televisión de realidad que representan todo tipo de desafíos y transformaciones. Los elementos rituales clave -la separación, la prueba y el retorno- están presentes, pero en lugar de ser viajes positivos al lugar espiritual dentro de sí, estos viajes televisivos suelen ser sobrepasar a los compañeros de viaje, con la competencia destruyendo la compasión. No obstante, este fenómeno está evidentemente aprovechando el inconsciente colectivo: la exploración y la iniciación son, una vez más, emocionantes para la psique humana. Algo se agita dentro de nosotros cuando vemos seres humanos que entran en tierras abandonadas, llevando nada para asegurar su supervivencia sino su equipaje personal. Lo alentamos desde nuestras salas de estar. Enraizamos con alguien con quien nos identificamos. Planificamos estrategias, fantaseamos sobre cómo nos comportaríamos, qué haríamos, si estuviéramos allí. Sorprendentemente, el medio de la televisión, que a menudo embota nuestra conciencia, parece estar activando una conciencia antigua dentro de nosotros. Este mismo entusiasmo puede servirnos inmensamente si nos mueve más allá del espectador, alejándonos de nuestros sofás y hacia la aventura de nuestras propias vidas.

He encontrado que los viajes son una gran herramienta para hacer pasajes en mi propia vida, y los recomiendo a mis amigos y pacientes cuando sea posible. Los viajes pueden servir para impulsarlos, sacarlos de una situación difícil o ayudarlos a experimentar cosas nuevas sin excusas de la vida cotidiana; por ejemplo, pueden obtener nuevas perspectivas sobre su vida psicológica vagando solos o hablando con extraños, pueden enriquecerse abrazando otras culturas y tradiciones, y generalmente pueden hacer cosas que nunca harían y ser alguien que nunca serían en casa. . El viaje es a menudo la clave para moverlos a nuevas fases de sus vidas. Los viajes no se tratan tanto de ir a cierto lugar, sino de traer el mundo dentro de uno mismo, y al hacerlo, ampliar el propio conocimiento de uno mismo.