Cómo la cultura conecta nuestros cerebros

La cultura ha sido llamada "una amalgama de valores, significados, convenciones y artefactos que constituyen las realidades sociales cotidianas" (Kitayama & Park, 2010). Como un sistema de significado y creencias compartidas, la cultura proporciona un marco para nuestras normas conductuales y afectivas. Innumerables estudios en psicología cultural han examinado el efecto de la cultura en todos los aspectos de nuestro comportamiento, cognición y emoción, delineando las diferencias y similitudes entre las poblaciones. Más recientemente, los hallazgos en la neurociencia cultural han delineado formas posibles de cómo los guiones culturales que aprendemos durante la infancia y las prácticas culturales que observamos como adultos influyen en nuestros cerebros.

¿Qué es la neurociencia cultural?

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Fuente: royyimzy / Adobe Stock

Como un campo interdisciplinario de investigación, la neurociencia cultural investiga la relación entre la cultura y el cerebro, en particular, las formas en que la cultura "construye y es construida por la mente y sus vías cerebrales subyacentes" (Kitayama & Park, 2010). Exactamente, ¿cómo puede la cultura cablear nuestros cerebros? De acuerdo con los hallazgos de la neurociencia cultural, el mecanismo tiene que ver con la plasticidad del cerebro: la capacidad del cerebro para adaptarse a un compromiso duradero en conductas guionizadas (es decir, tareas culturales). La capacidad de nuestros cerebros para someterse a cambios estructurales de tareas cotidianas recurrentes ha sido bien documentada (por ejemplo, hipocampos más grandes, una región que está íntimamente involucrada en la memoria espacial) de los taxistas de Londres: aumento de la densidad cortical en la corteza motora de los malabaristas. De manera análoga, para procesar varias funciones culturales con más fluidez, la cultura parece ser "aceptada" a partir de las experiencias culturales acumuladas en nuestros cerebros. Numerosos estudios de resonancia magnética funcional han demostrado cómo los antecedentes culturales pueden influir en la actividad neuronal durante diversas funciones cognitivas. Por ejemplo, las diferencias interculturales en la actividad cerebral entre los participantes de Asia occidental y oriental se han revelado durante tareas que incluyen percepción visual, atención, procesamiento aritmético y autorreflexión (ver Han & Humphreys, 2016 para revisión).

Cultura y autoconstrucción

Uno de los rasgos ampliamente estudiados para interpretar las diferencias transculturales en el comportamiento, la cognición y la emoción es de autoconstrucción. La autoconstrucción se refiere a cómo nos percibimos y entendemos a nosotros mismos. Las culturas occidentales promueven una autoconstrucción independiente, donde el yo se ve como una entidad separada y autónoma, y ​​el énfasis está en la independencia y singularidad del self. Las culturas de Asia oriental, por otro lado, fomentan una autoconstrucción interdependiente, con un yo más relacional, armonioso e interconectado con los demás. Recientes estudios de neurociencia cultural han dado un vistazo a la interacción entre la autoconstrucción, la cultura y el cerebro. En particular, la investigación ha sugerido que la autoconstrucción media las diferencias en la actividad cerebral en diferentes culturas mediante la activación de un marco para varios procesos neuronales involucrados en la cognición y la emoción. En otras palabras, debido a que el yo se forma en el contexto de nuestros guiones y prácticas culturales, la participación continua en tareas culturales que reflejan los valores de la autoconstrucción independiente o interdependiente produce conexiones cerebrales que están "modeladas culturalmente". Este plan neuronal, de acuerdo con los investigadores, es la base de la construcción cultural del yo.

Una manera en que los investigadores han estudiado la influencia de los valores culturales en los procesos neurocognitivos consiste en preparar a los participantes para que adopten constructos independientes e interdependientes y luego examinar cómo reacciona el cerebro ante diversas situaciones después. El cebado se puede hacer, por ejemplo, pidiéndoles a los participantes que lean historias que contengan pronombres diferentes ("nosotros" o "nos" para la autoconstrucción interdependiente y "yo" o "mí" para una autoconstrucción independiente) y pidiéndoles que piensen qué tan similares o diferentes son para los demás. Los resultados han demostrado varias diferencias en la actividad neuronal después de la preparación para construcciones independientes o interdependientes. Por ejemplo, se ha demostrado que el cebado modula la respuesta al dolor de otras personas, así como el grado en que resuenamos con los demás. En otro estudio, cuando los participantes se prepararon para interpretaciones independientes durante un juego de apuestas, mostraron una mayor activación de recompensa para ganar dinero para ellos. Sin embargo, cuando se prepararon para interpretaciones interdependientes, los participantes mostraron una activación de recompensa similar a la que tenían cuando ganaban dinero para un amigo.

La cultura también parece influir en la forma en que se representa el yo en nuestros cerebros. En un experimento, se pidió a los participantes occidentales y chinos que pensaran en sí mismos, en sus madres o en una persona pública. Los datos de fMRI mostraron que las mismas partes del cerebro (corteza prefrontal medial) se activaron cuando ambos grupos pensaban en sí mismos. Sin embargo, a diferencia de los participantes occidentales, el MPFC también se activó entre los participantes chinos cuando pensaban en sus madres. Estos resultados se interpretaron como sugiriendo que los participantes chinos (autoconstruencias interdependientes) usan la misma área del cerebro para representar tanto al yo como a sus madres, mientras que los participantes occidentales usan el MPFC exclusivamente para la autorrepresentación.

La investigación reciente en neurociencia cultural arroja luz sobre cómo la cultura da forma a nuestra anatomía funcional, sesga nuestro cerebro, afecta nuestra actividad neuronal e incluso influye en la forma en que representamos a nuestro yo y a los demás en nuestro cerebro. Ya sea debido a actividades diarias o genes, cuando las neuronas disparan repetidamente de manera guiada por un tiempo prolongado (esencialmente lo que implican las prácticas culturales), las vías cerebrales pueden reforzarse y establecerse, todo para permitir una ejecución más fluida de las tareas culturales y para "facilitar adaptación cultural y biológica "(Kitayama & Park, 2010). Por lo tanto, como algunos investigadores han sugerido, nuestro respaldo a determinados valores culturales puede dejar una huella mayor en nuestros cerebros que en nuestros comportamientos.