La inteligencia no es obstáculo para la irracionalidad

Las personas altamente inteligentes son tan susceptibles a la irracionalidad como cualquiera. Esto no parece del todo correcto. ¿No es la inteligencia un predictor de buen juicio? La respuesta es no. Resulta que la inteligencia, definida más o menos como la capacidad de aprender y comprender, y la racionalidad, más o menos definida como razonable, son procesos mentales distintos.

Esto no debería sorprender a nadie que haya seguido el desarrollo del campo de la economía del comportamiento en las últimas dos décadas. El trabajo de Daniel Kahneman, Amos Tversky y otros volcó la noción clásica en economía de que las personas son racionales. Cientos de experimentos demuestran que nuestras mentes utilizan muchos trucos o atajos para dar sentido a la maraña de datos que ocupa nuestra vida: información incompleta, información contradictoria, datos no esenciales, datos que solo son estáticos.

Para una discusión legible y fascinante de cómo nuestras mentes a menudo trabajan para engañarnos, el libro de Kahneman Pensar, rápido y lento es un buen lugar para mirar. El libro ofrece ideas sobre los prejuicios implícitos y los fenómenos psicológicos que afectan a todos. Es tan sutil como menospreciar la capacidad atlética de una persona en función de su apariencia: esperamos que las personas feas sean malas en lo que hacen y las personas guapas sean competentes.

La inteligencia no es de guardia contra saltar a conclusiones. Sin embargo, las personas inteligentes a menudo descartan sus prejuicios y conclusiones irracionales al señalar su inteligencia. Es como decir, "Soy inteligente, entonces sé lo que estoy haciendo".

Durante más de un siglo, la psicología ha demostrado cómo el inconsciente desempeña un papel importante en la vida cotidiana. Pero la economía del comportamiento no se trata de psicodinámica. Es que llevamos nuestras vidas tomando decisiones esenciales y rápidas basadas en poca información. Tenemos que. Por ejemplo, imagina cómo sería si pensaras en cada paso que tomaste. El problema es que pensar rápido también puede confundirnos de maneras muy importantes.

Los prejuicios son endémicos no porque necesariamente hemos sido educados para ser prejuiciosos, sino por cómo funcionan nuestras mentes. Sabiendo que esto es así, me parece que las escuelas necesitan dedicar más tiempo a enseñar a los niños a reconocer las trampas en las que todos caen. No es suficiente criar gente inteligente. También tenemos que plantear cuestiones racionales.

Fuente: en el dominio público