El sexo y su naturaleza divina

Alessandro Stefoni, used with permission
Fuente: Alessandro Stefoni, usado con permiso

¿Por qué nuestro apetito sexual viene y va? ¿Es el sexo una actividad que produce placer porque nutre nuestro ego? o es lo opuesto? ¿Es el sexo tan bueno porque interrumpe nuestro ego? La filosofía y la psicología dan dos respuestas similares a este problema.

En su Simposio, Platón parece decir que el sexo es divino. Aún más, es exactamente debido a su naturaleza divina que el sexo no pertenece solo al ego, sino que es una efusión que inunda el ego y extiende sus límites. Marsilio Ficino, que siglos más tarde reescribió el hermoso diálogo de Platón, parece estar de acuerdo con él en enfatizar el sentido de divinidad y totalidad que una vida erótica sin ego puede generar.

Honorables invitados fueron invitados a este banquete (simposio de hecho significa banquete) para beber felizmente juntos y contar sus maravillosas historias sobre el amor. Ninguna de estas historias fue en defensa de una visión del amor erótico como individualista y egocéntrico. La historia poética de Aristófanes divide a la persona en dos mitades perfectas destinadas a encontrarse eternamente; Phaedrus habla sobre un tipo de amor que se trata de sacrificar nuestro propio yo por el ser amado, como Alcestis con Admetus, o Aquiles con Patroclus; Eryximachus habla sobre el amor erótico como una fuerza que mueve el universo y mantiene sus elementos juntos.

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Fuente: Alessandro Stefoni, usado con permiso

El único que parece referirse al eros como una fuerza conectada de algún modo con nuestro ego es Sócrates quien, relatando una historia que escuchó de su maestra Diotima, describió el eros como uno con el daimothe (una palabra griega que es muy difícil traducir) que indica el yo más íntimo.

La pregunta es ¿qué clase de yo es este daimon? Curiosamente, una respuesta proviene de dos psicoterapeutas, Guggenbuhl-Craig y Lowen. Ambos citan la historia que se aprendió del Simposio como un ejemplo de deconstrucción del ego y de los mecanismos que se supone que lo protegen.

Según su interpretación del Simposio, eros es el flujo vital de la naturaleza. Somos parte de este flujo y encontramos nuestro significado a través de él. En ese sentido, eros es la raíz más profunda de nuestro yo, entendida como cuerpo y espíritu. Es desde esta raíz que adquirimos el sentido de lo que es correcto o incorrecto, agradable y doloroso, antes de cualquier intrusión de nuestro entorno social e intelectual. En este patrón, el ego es una estructura voluble que emerge continuamente del flujo turbulento de la naturaleza. El ego es el polo que trata de organizar este remolino y de darle sentido; si puede o no es otro problema por completo.

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Fuente: fabiola ferrarello utilizada con permiso

Creo que con el sexo, no regresamos a esa estructura centrada en el ego, sino que nos bañamos en el flujo vital. En nuestra vida sexual podemos (y algunas veces queremos) perder nuestra identidad personal para estar en contacto con una absoluta que tenga el sabor de lo divino; nos abandonamos en ese absoluto y en esa pérdida nos sentimos completos. Cuando el sexo es algo vivido a la altura de American Psycho, me disculpo por aquellos que no han visto la película, es decir, tener relaciones sexuales y mirar nuestro propio tríceps (si es que tienen alguno) y sentir claramente absolutamente cualquier cosa, la experiencia sexual puede no ser tan gratificante. porque el ego es demasiado voluminoso y evita el establecimiento de un contacto real con el flujo vital.

De ahí que sí, el sexo me parece divino, especialmente si es tu ser y no tu ego el que lo vive.