El poder de tu imaginación sobre comer

Si te imaginas comiendo algo sabroso probablemente comiences a salivar y desarrolles el deseo de encontrar ese alimento en particular. Esto me pasa casi todos los días con respecto al chocolate. Por lo tanto, me entusiasmaba leer un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Science que intentaba determinar si el ejercicio mental simple de imaginarse comiendo un alimento específico, por ejemplo queso, podría habituar a su necesidad de comer realmente el queso cuando se volvió disponible. Los científicos, dirigidos por Carey Morewedge en la Universidad Carnegie Mellon, idearon una serie de formas ingeniosas para investigar el papel de la imaginación en los complejos procesos cerebrales que controlan la alimentación.

Usted es, por supuesto, consciente de lo que le sucede a sus emociones cuando imagina algo aterrador o simplemente piensa en cómo se sentiría tener una araña grande trepando por su pierna en este momento mientras lee esta oración. Tu corazón comienza a acelerarse y empiezas a respirar un poco más rápido hasta que confirmas que nada se arrastra por tu pierna. Sin embargo, si sigue lanzando esta imagen de miedo en su mente una y otra vez, se calmará y su ritmo cardíaco y la respiración volverán a la normalidad. Este proceso neuronal se llama habituación. La habituación es una respuesta fisiológica o de comportamiento disminuida a un estímulo repetido, por ejemplo, pensar en esa araña en su pierna. La habituación funciona también con respecto a los alimentos. Ese primer bocado de chocolate siempre es el mejor; luego, a medida que continúas comiendo más y más, el placer de comerlo disminuye y pierdes el interés en comer más. Los neurocientíficos ahora han descubierto la ubicación en su cerebro donde se maneja este proceso. Su cerebro le permite habituarse a casi cualquier estímulo sensorial, como arañas, chocolate, olores horribles, luces brillantes y ruidos fuertes.

¿Puede simplemente pensar en comer algo, como otro trozo de queso o chocolate, acostumbrarse a él y así inducirlo a comer menos? La respuesta es sí. El descubrimiento clave es que imaginar la experiencia precisa, como piezas individuales de queso, una y otra vez fue capaz de inducir la habituación. Los sujetos en este estudio consumieron menos de la comida específica después de simular mentalmente la experiencia en su mente. ¿Por qué funcionó tan bien? La habituación es específica para un solo estímulo a la vez. Si te acostumbras a un tipo de alimento, por ejemplo, un cubo de queso, entonces consumirás menos de ese alimento en particular sin afectar el consumo de otros tipos de alimentos. Voila: ¡comes menos queso pero puedes inducir con chocolate!

Otro aspecto sorprendente de este estudio fue que los sujetos informaron un menor deseo de comer el queso, pero no cambiaron sus sentimientos subjetivos acerca de cuánto les gustaba todavía el queso. El efecto se incrementó por cuánto pensaba el sujeto sobre comer un alimento en particular. Los sujetos que imaginaron comer más de la comida en última instancia, estaban menos motivados para comer cuando estaba disponible, en contraste con los sujetos que pensaban menos sobre consumir el alimento. ¡Comienza inmediatamente a pensar en ese artículo de comida que te gustaría evitar!

Este estudio demuestra algunas lecciones importantes sobre el poder de nuestra imaginación sobre el control de su dieta y los antojos de medianoche para papas fritas o helado. Los neurocientíficos y psicólogos han documentado varios aspectos de este control mental de muchas maneras diferentes; la mayoría de nosotros lo conoce simplemente como el efecto placebo. En el futuro, a medida que continuamos investigando la mente humana, la línea entre la experiencia real y nuestra imagen mental de esa experiencia probablemente se volverá cada vez más borrosa.

© Gary L. Wenk, Ph.D., autor de Your Brain on Food (Oxford, 2010)