Envalentonado por correo electrónico: caminar la conversación

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¿El correo electrónico es bueno para las relaciones o no? ¿Fomenta la conectividad? ¿Permite el momento confesional que inhibe el contacto cara a cara? O ¿el correo electrónico (así como su primo, mensajes de texto) proporciona una distracción constante de estar presente el uno con el otro? ¿Nos distrae de pensar en nosotros mismos, lo cual requiere espacio, vacío y tranquilidad?

Todos nos preguntamos acerca de estas preguntas, pero lo que más me fascina de mis respuestas es que todas dependen de la persona. Importa quién esté pensando, en qué relación particular. Esto es precisamente lo que más me gusta de ser psicoterapeuta (psicoanalista y terapeuta familiar), y me opone más al tratamiento manualizado. Nuestras psiques son como copos de nieve. Sí, creo que toda la teoría que aprendí en el posgrado y en la formación postdoctoral es útil y relevante, pero solo cuando se enfoca como un rayo láser en la pareja o persona en particular que estoy trabajando.

Es por esta razón que encontré el artículo de NYTimes de Hana Schank, "Escribiendo mi camino a un nuevo yo" el 22 de marzo, de manera convincente (opinionator.blogs.nytimes). Schank describe cómo en el pasado tuvo una experiencia interpersonal dividida: tímida en público / apasionada en privado y de ninguna manera podía unir esos "yoes". Qué descubrimiento podría hacer ese correo electrónico. Después de todo, la fluidez y espontaneidad de escribir un correo electrónico es diferente de escribir una carta; nuestros dedos se mueven por el teclado para buscar en Google y ordenar tan inconscientemente como respiramos. Esto digital (dedos y electrónica) se traduce en un tipo único de comunicación, a medio camino entre la autoconciencia y la franqueza. Es como la mitad de camino que ofrece el soñar despierto, entre la inconsciencia y lo intencional.

Para algunos de nosotros, enviar correos electrónicos es desalentador y reprimidor; nos volvemos vivos con el contacto encarnado y alimentados por las expresiones faciales de nuestros compañeros. Para otros, el escudo parcial de la máquina permite ese salto hacia un contacto valiente. Los filósofos griegos antiguos tenían razón: conozcamos a nosotros mismos y usemos lo que sea necesario para que los demás nos conozcan también.