Reconocimientos sin honor

Reconocimientos sin honor

En algún momento durante las últimas décadas, luchar por los elogios se volvió más importante que luchar por el honor. Los reconocimientos ya no pulimentan el carácter, sino que sirven como chapa para gente hueca. En mi primer año de escuela secundaria, me uní al equipo de atletismo de fondo. Uno de mis compañeros de equipo quería ganar tanto que tomó un atajo. Lo vi salir del curso y agacharse en un grupo de árboles. Saltó al otro lado por delante de los primeros y cruzó la línea de meta primero. Recibió elogios por su logro increíble, pero su alegría fue de corta duración. A partir de entonces, lucía una sonrisa torturada cada vez que la gente hablaba sobre su victoria y rápidamente cambiaba de tema. Luego me confió y me dijo lo que ya sabía. Confesó que se sentía vacío por dentro porque no se merecía los elogios que recibió y, lo que es peor, se robó los elogios del verdadero ganador de la carrera. Decidió decirle al entrenador la verdad. Luego hizo una disculpa pública al equipo de campo traviesa y al cuerpo estudiantil. Hizo lo honorable. Su ego estaba magullado, pero el reconocimiento de un defecto de carácter lo hizo una persona más fuerte. Los egos magullados sanan pero los defectos de carácter son una plaga de por vida.

Cuarenta y dos años después, la gente todavía miente, engaña y roba para recibir elogios, pero una cosa ha cambiado. Los reconocimientos ahora definen a una persona en lugar de a su personaje. El honor ya no motiva el comportamiento, los elogios sí. El nuevo mantra es "Yo soy lo que otras personas dicen que soy". El problema inherente a esta forma de pensar es que cuando los elogios se detienen, la identidad personal se desmorona. La gente debe esforzarse por recibir elogios cada vez mayores para reforzar continuamente sus frágiles identidades. Como otras personas construyen identidades personales, otras personas deben ser responsables de la desintegración de las identidades personales. La responsabilidad personal ya no juega un papel en el comportamiento personal. Otros tienen la culpa de fallas personales.

Las leyes, la ética y la moral sirven como bloques de construcción para el honor y el carácter. Sin estos estándares, las personas no pueden distinguir entre lo correcto y lo incorrecto y no sienten ninguna punzada de conciencia porque no tienen nada contra lo que juzgar sus comportamientos. En un mundo donde todo está bien, nada está mal. Todos buscan lo que es correcto a sus propios ojos. ¿Qué le pasa a América hoy? La respuesta es simple. Somos un pueblo que olvidó cómo ruborizarse.