Alegrando la mente

Ayudándonos a cultivar la ecuanimidad, la bondad y la compasión.

Todavía me sorprende que conocí a mi querida amiga Polly cuando tenía 97 años. Desde que ella vivió hasta los 101 años, nuestra amistad floreció, se profundizó a través de muchas conversaciones extraordinarias, muchas de las cuales se referían a encontrar un sentido en la vida, preguntas espirituales y cómo hacer amistad con la muerte.

Una artista conocida a nivel nacional, Polly era ciega y tenía problemas de audición. Tenía todas las razones para estar deprimida por sus circunstancias, pero era una de las personas más optimistas, positivas y atractivas que he conocido.

Ahora que soy un anciano, a menudo reflexiono sobre lo que contribuye a la capacidad de recuperación en la vida posterior. Me preguntaba acerca de la resistencia de Polly. ¿Cuál era su secreto? Era una cuáquera de toda la vida, por lo que hablamos sobre el silencio, el silencio mental y el corazón, y la meditación, temas sobre los cuales ella era insaciablemente curiosa. Como era profesora de meditación y había escrito sobre el envejecimiento, ella me preguntaba sobre mi entrenamiento y experiencia.

Para todos los que hemos hecho un trabajo psicológico o explorado alguna tradición espiritual, siempre necesitamos entender las complejidades de nuestra propia mente, aquello que crea nuestra experiencia de la realidad, lo que colorea y crea nuestra vida, momento a momento. Hablamos sobre la facilidad con que nuestras mentes pueden deslizarse en estados de distracción, fragmentación o incluso abrumar. Cómo manejamos esos desafíos mentales / emocionales, ella preguntaría.

Sabemos que la práctica de la meditación es invaluable para calmar y estabilizar estas fuerzas. Las enseñanzas de sabiduría nos alientan a entrenar la mente, a cultivar la ecuanimidad, la bondad y la compasión, que es la trayectoria natural de nuestra práctica, pero hay muchos pasos en el camino.

A veces, una frase simple como “alegrar la mente” profundizará nuestra conciencia hacia estados mentales negativos que quizás no hayamos notado o que hayamos asumido el control de manera subrepticia. Por ejemplo, notamos esos momentos en que la mente se “hunde” con un vago oscurecimiento del estado de ánimo o cae en algún patrón aflictivo. Recordamos la palabra un tanto inusual “contento”, y nuestra mayor conciencia capta el patrón mental antes de que prolifere.

Hay varios enfoques que podemos usar con estos movimientos sutiles de la mente. Mientras nos encontramos en la cuerda floja de la conciencia, que es donde estamos en cada momento, podemos preguntar: “¿Dónde está el observador ahora?” O podemos recordar la sonrisa interna, un sutil abandono de la tensión alrededor de la boca que suaviza el estiramiento Eso viene con estados mentales aflictivos.

Aquí hay tres maneras más de honrar la mente:

1. La práctica de la gratitud: recuerda algo por lo que estés agradecido y deja que esos sentimientos se expandan. Tómese su tiempo, preste atención a su respiración y despierte la atención en el centro del corazón, notando cualquier sensación de calidez o expansión.

2. La práctica de servir, o cualquier acto de bondad por pequeño que sea, tiene el mismo efecto de alegría y apertura del corazón. Comuníquese con alguien que lo necesite, ofrezca ayuda a un extraño, converse con la persona que realiza el check-out en la tienda.

3. Saborea las bendiciones en tu vida, sin importar las pérdidas que también hayas experimentado. Comience el día saboreando la luz, agradeciendo al cuerpo incluso con sus dolores y molestias, y durante el día, saboree las pequeñas cosas de la vida: una taza de té, la sonrisa de alguien, una gota de lluvia sobre una hoja, una hermosa formación de nubes.

Con cualquiera de estas formas de alegrar la mente, los neurocientíficos nos recuerdan que para que estas prácticas sean efectivas, debemos mantener cualquier pensamiento o intención positiva durante al menos treinta segundos y experimentarlo en el cuerpo. Cuanta más intención y energía aportemos a la intención, más fuertes serán los resultados.

Uno de los dones de la meditación es que nuestra conciencia se vuelve cada vez más sutil, cada vez más refinada. Captamos estas fluctuaciones de humor y mente y llevamos el poder curativo de la conciencia a nuestras emociones difíciles mientras cultivamos la alegría silenciosa que subyace en todo. Como escribió el poeta sufí Hafiz:

Desearia poder mostrarte

Cuando estás solo o en la oscuridad,

La luz asombrosa

De tu propio ser!