Iluminación de gas: quemando los puentes de la verdad

Una de las formas más insidiosas de abuso mental se conoce como iluminación de gas. Toma su nombre de la obra teatral de 1938, Gas Light, donde uno de los personajes, Jack Manningham, manipula sistemáticamente la realidad para convencer a su esposa, Bella y a quienes la rodean, de que está loca. Inicialmente, Bella nota que las luces de gas en la casa tienen la ocasión de oscurecerse, y se lo menciona a Manningham. Él le dice a Bella que está imaginando cosas, con la intención de desviar su atención de sus frecuentes desapariciones de su apartamento en busca de la dote no reclamada que una mujer rica asesinó en el departamento de arriba.

La iluminación de gas se ha utilizado coloquialmente desde la década de 1960, encontrando su camino en el léxico clínico en la década de 1980. Esto fue específicamente en referencia a aquellos que intentan destruir el sentido de la realidad de otra persona. Los sociópatas, por ejemplo, que son encantadoramente engañosos, mientras simultáneamente niegan cualquier acto incorrecto, son notorios por provocar a otros a dudar de sus propias percepciones. Del mismo modo, los adictos, en un esfuerzo por evitar la responsabilidad por las consecuencias de sus acciones, torcerán un hilo de eventos para hacer que parezcan tender a su favor, confundiendo incluso a aquellos que estuvieron directamente involucrados.

Podemos pensar en la iluminación de gas como la proyección final. El 'encendedor de gas' necesita crear una realidad específica, en parte para cumplir con sus expectativas y, en parte, para dar forma a la realidad de aquellos a su alrededor. Por ejemplo, alguien que es egoísta e insolidario puede decirle a su compañero: "Haría cualquier cosa por ti, pero no me lo permitirías". Eventualmente, el 'gas-lightee' empezará a preguntarse si no está dispuesta a aceptarlo. ayuda y, con suficiente aliento, incluso puede comenzar a dudar si ella es amable. La manipulación aquí está minando el sentido de sí misma del gasista hasta que ella cree que el encendedor de gas es el único que está dispuesto a aceptarla, y su supuesto daño.

Esto puede sonar como un escenario poco probable, y algo benigno, cuando se presenta en forma impresa, pero es en gran medida una piedra angular del poder y el control que subyace a una profunda dinámica de manipulación psicológica. Esta dinámica particular, a diferencia de la relación abusiva más tradicional, es transaccional. El encendedor de gas presenta una realidad, y el gasista, cada vez más dudoso de su experiencia, compra lentamente, hasta que se encuentra dudando de su propia cordura.

La resolución de esta dinámica deriva de la habilidad del iluminador de gas para confiar en su propio juicio y reconocer que solo porque se ve como un pato, camina como un pato y habla como un pato, no significa que sea un pato. Esto significa construir una narrativa que nos lleve de vuelta al abismo que separa la experiencia de la realidad y reconstruir ese puente quemado a la autoposesión y la agencia libre.

© 2015 Michael J. Formica, Todos los derechos reservados

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