¿Los opiáceos de larga duración luchan contra la adicción?

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Los opiáceos de acción prolongada, también llamados opiáceos de liberación prolongada (ER), son medicamentos que se usan para aliviar el dolor de moderado a intenso. Los ejemplos incluyen el parche de fentanilo, la metadona, la morfina ER y la oxicodona de liberación controlada.

Algunos médicos recetan opiáceos de acción prolongada para sus pacientes como alternativa a una gran cantidad de analgésicos de acción rápida o corta. Una de las razones por las que se desarrollaron los medicamentos fue para frenar el uso indebido de sus contrapartes de acción rápida, que tienen más probabilidades de ser objeto de abuso, recreativo o no, y pueden conducir a la adicción.

Pero el problema es complejo. Los opiáceos que duran poco tiempo pueden causar problemas a los pacientes con dolor crónico. El medicamento debe tomarse varias veces al día y los niveles séricos varían considerablemente, lo que dificulta la analgesia (control del dolor). Esto puede ocasionar que algunos pacientes tomen más píldoras que otros, simplemente porque no sienten que el medicamento está funcionando. Esto podría llevar a la persona a retirarse por el camino, lo que a su vez causa una serie de otras dificultades.

Por otro lado, los opiáceos de acción prolongada pueden representar un riesgo significativo. La dosis a menudo es más fuerte y el medicamento permanece o se libera en el cuerpo durante un período de tiempo más prolongado. Esto plantea una preocupación por la sobredosis.

Otra cuestión irónicamente se relaciona con las formulaciones "resistentes a alteraciones" de algunos opiáceos de acción prolongada. Después de haber trabajado con pacientes adictos durante 20 años, puedo dar fe de que no existe la resistencia a la manipulación. Siempre hay una forma de comprometer el mecanismo. En un caso, a un usuario recreativo le llevó unas dos semanas descubrir cómo deshacerse de la formulación resistente a alteraciones.

Para ser claros, los opiáceos de acción prolongada pueden ser adecuados para pacientes con dolor crónico con enfermedad terminal. Pero el hecho es que las recetas para estas píldoras de acción prolongada se escriben para todo tipo de dolor. Como resultado, las drogas son abusadas a un ritmo alarmante y la gente está muriendo.

Algunos argumentarán que los opiáceos de acción prolongada con cualidades de disuasión del abuso son mejores que solo tener aquellos sin esa resistencia disponible. Pero tratar de construir una trampa para ratones mejor, en este caso, un opioide inviolable, puede no ser la mejor respuesta.

El debate puede continuar, pero queda un punto crucial: siempre debemos anteponer el bienestar del paciente, utilizando enfoques integrales y multimodales que aborden las necesidades únicas de todo el individuo.