Niños pequeños dirigidos a la cárcel

Uno de los principales consejos contradictorios de mi libro Extreme Fear es la idea de que el miedo, aunque generalmente se considera una emoción negativa, puede sentirse bien y ser bueno para ti. Ahora viene un estudio publicado en el American Journal of Psychiatry que señala el daño que puede resultar de una respuesta de miedo inadecuada: los investigadores encontraron un vínculo entre la valentía y la criminalidad futura en niños tan pequeños como de tres años.

El equipo, dirigido por el psicólogo Adrian Raine de la Universidad de Pensilvania, volvió a visitar a un grupo de sujetos en Mauricio que habían sido evaluados por su reacción a los ruidos fuertes cuando eran niños pequeños. En el experimento, los niños escucharon dos ruidos. Uno fue seguido por un estruendo incómodamente fuerte; el otro no. The New Scientist describe el resultado:

Los niños aprendieron a anticipar qué sonido precedió al estruendo y sudaron en respuesta a él, un indicador de miedo. Décadas más tarde, el propio equipo de Raine miró para ver si alguno de los sujetos tenía antecedentes penales y encontró 137 que sí. El equipo descubrió que, cuando eran niños pequeños, estas personas habían sudado mucho menos a la espera del estruendo.

El resultado se mantuvo incluso después de que se otorgaron las asignaciones por raza, sexo y condiciones socioeconómicas. La implicación es que las personas que no pueden generar una respuesta de miedo suficiente no podrán responder correctamente a las amenazas en su entorno, incluido el castigo por un comportamiento aberrante. El resultado no es del todo sorprendente. El daño a la amígdala se ha relacionado previamente con el comportamiento sociopático. Y los estudios de niños preadolescentes han encontrado una correlación entre la valentía y el riesgo de un alcoholismo posterior.

Todo esto plantea un enigma. ¿Deberíamos estar probando a nuestros niños pequeños para este tipo de deficiencia como una forma de identificar a aquellos en riesgo de delincuencia? De ser así, ¿debería ser obligatorio el tratamiento de los excesivamente intrépidos? En el extremo más extremo, podemos imaginar una situación tipo "Informe de Minorías" en la que aquellos con una supuesta predilección por la violación de la ley serán identificados en la infancia y serán tratados, encarcelados o ambos. Como padre de un hijo de un año, creo que preferiría no saber las predilecciones de mi hijo. Prefiero dejarme creer que su futuro curso será un producto del libre albedrío y el destino.