Problemas allá abajo

Las bromas son una forma de eliminar los pensamientos y sentimientos que no se dicen o no se expresan en el discurso y las transacciones normales o normales, y el humor, el humor y el humor sexual históricamente recónditos se han apoderado del golpeteo cómico. En "Bromas y su relación con el inconsciente", Freud escribió de manera significativa sobre la importancia del humor para disminuir el estrés y también para dar a conocer esas experiencias sumergidas de otra manera. Debajo de la superficie, fuera de la conciencia, los temas que aparecen en los chistes conducen, según él, a conductas destructivas y perturbadoras.

Hoy en día, escuchando mucho a tres canales de comedia a través de Sirius, en mi auto, tengo la oportunidad de escuchar historias contadas por famosos y famosos comediantes. Las narraciones son principalmente sobre sexo: falta de, exceso de, descontento con, uso de dominar a alguien y confusión acerca de. Irónicamente, nada de eso suena muy divertido.

Lo que se dice no es especialmente profano o impactante, pero parece ser una distracción de las preocupaciones que inspiran el humor. Mientras que los comediantes provocan grandes risas y deleite, también, en la incomodidad de la audiencia, hay una redundancia infantil evidente. Los chistes son contados por payasos de clase en lugar de ingenios de clase.

No busco el humor limpio, y no espero que los chistes que faltan sean iguales a Monty Python, Richard Pryor, muchos Louis CK o Sarah Silverman o JB Smoove o Chris Rock, pero espero, por eso escucho, para experimentar el humor que me hace ver las cosas de manera diferente.

¿Qué falta?

Se puede decir mucho sobre la presentación de quejas aquí. Cuando un paciente aparece con una historia de eventos que lo molestan, podemos pensar sensatamente en lo que no se dice. No es que la queja sea incorrecta, per se, pero ¿qué más está molestando al paciente? ¿Qué podemos escuchar una vez que se establece la confianza?

Y luego, todo lo que se reduce a simplemente son las relaciones. Las relaciones entre los muertos y los vivos, el pasado y el presente y lo que sigue, las desilusiones sobre el amor y la familia, y las tonterías cotidianas que se interponen en el camino de sentirse valorado y valioso para los demás.

Esas frustraciones, tan evidentes en las bromas de Richard Pryor, en las que su marginación personal, ya sea en la cama o en la calle como un hombre negro, le falta en gran medida al humor escuchado en el escenario.

El comediante que puede encontrar el humor en el dolor de las relaciones, en lugar de principalmente en la sexualidad que a menudo es parte del fracaso para afiliarse a los demás, nos acerca a la risa real. El tímido dolor de escuchar bromas sobre el sexo en un entorno público puede ser un maravilloso paso hacia el cambio, pero aún mejor es el humor sobre la relación en la que se desarrolla el sexo. Esa relación puede ser onanista o derrochadora, no importa, pero cuando las bromas hacen que el sufrimiento real salga a la luz -y no estamos hablando aquí de disfunción eréctil– las recordamos y consideramos cambiar.