Cinco preguntas para determinar si tienes un desorden alimenticio

Recientemente, escribí sobre la sensibilidad al gluten como una "cubierta" para un trastorno alimentario. Pero eso plantea la pregunta: ¿cómo se puede diagnosticar un trastorno alimentario?

Si bien la profesión del cuidado de la salud en este país actúa como belicista en la batalla en curso contra la obesidad, es importante no olvidar que alrededor de la mitad de los estadounidenses adultos ya están a dieta en un día determinado. Desafortunadamente, según la Asociación Nacional de Trastornos de la Alimentación, aproximadamente una cuarta parte de estos adultos desarrollará algún grado de trastorno alimentario.

La apariencia física y las quejas de una persona con un trastorno alimentario variarán, dependiendo de la gravedad. No es inusual que los pacientes con anorexia o bulimia sufran mareos, dolor de cabeza, fatiga, dolor abdominal, estreñimiento, irregularidades menstruales e intolerancia al frío. El examen físico puede mostrar desgaste muscular y debilidad.

Sin embargo, es bastante difícil diagnosticar trastornos de la alimentación, particularmente cuando se considera que muchos pacientes cambian entre atracones y anorexia.

Una respuesta a este dilema diagnóstico es en realidad una serie de preguntas, desarrolladas por investigadores británicos hace más de una década, y conocidas como el Cuestionario SCOFF. Para usar esta herramienta de diagnóstico, califique un punto por cada "sí", una puntuación de 2 o más indica un posible caso de anorexia nerviosa o bulimia. A continuación se encuentran las cinco preguntas:

1. ¿Te sientes enfermo porque te sientes incómodamente lleno?

2. ¿Te preocupa que hayas perdido el control sobre cuánto comes?

3. ¿Ha perdido recientemente más de una piedra (14 libras) en un período de 3 meses?

4. ¿Crees que eres gordo cuando otros dicen que eres demasiado delgado?

5. ¿Dirías que la comida domina tu vida?

Los riesgos para desarrollar un trastorno alimentario son proteicos y penetrantes. Los grupos en riesgo incluyen adolescentes con enfermedades crónicas, pacientes con antecedentes familiares de trastornos alimentarios, pacientes obesos que han fallado crónicamente en la pérdida de peso, incluidos aquellos que han tenido grandes fluctuaciones en su peso, y atletas de elite. Los trastornos psiquiátricos preexistentes también aumentan el riesgo: la depresión, la ansiedad y las condiciones obsesivo-compulsivas pueden servir como un terreno fértil para el crecimiento de un trastorno alimentario.

Los proveedores de atención médica y psicológica deben cooperar en el diagnóstico y tratamiento de los pacientes con trastornos alimentarios. Por supuesto, al considerar la terapia, el paciente primero debe estar médicamente estabilizado, a través de intervenciones nutricionales y medicamentos si es necesario (aunque para las personas anoréxicas no parece que haya medicamentos muy efectivos). Luego, viene la intervención psicológica, la conversación y la escucha.

Pero la conversación y la escucha deberían ser continuas para todos los pacientes, ya que esta es la mejor forma de diagnosticar el trastorno alimentario en primer lugar. Los anoréxicos, en particular, pueden ser evasivos al responder preguntas sobre su salud, ya que parecen más amenazados por el descubrimiento de la enfermedad. Es por esta razón que los trabajadores de la salud que sospechan un trastorno alimentario deben ser persistentes, y dedicar unos minutos a utilizar herramientas como el cuestionario SCOFF.

En última instancia, el paciente cuyo secreto se revela puede ser el paciente más agradecido.