Creatividad y la riqueza de los conceptos cerebrales

En blogs anteriores y en mi reciente libro Splendors and Miseries of the Brain, argumenté que uno de los peligros que limita la creatividad es la autocensura. Cualquier persona creativa, ya sea en el arte o la literatura o la música o el teatro, que censure lo que quiere decir o representar debido a la desaprobación o prohibición social, o por una censura autoimpuesta, incluso inconsciente, le resultará difícil producir un obra de arte de la más alta calidad. Esto es lo que supongo que quiso decir Schopenhauer cuando dijo que una obra de arte debería fluir desde el subconsciente. Esa afirmación no resiste el escrutinio científico, pero su significado es claro.

Pero hay otros factores que sofocan la creatividad y estos se pueden remontar a la riqueza de los conceptos sintéticos formados por el cerebro. Dado que, por definición, un concepto sintético es una síntesis de muchas experiencias, comúnmente es difícil reproducir esa experiencia en una sola obra de arte o creación musical. Como sostengo en Splendors and Miseries of the Brain (un título, por cierto, que tomé prestado de la obra maestra de Balzac titulada Splendeurs et misères des courtisanes) Balzac tenía esto muy en cuenta cuando, en The Unknown Masterpiece (Le Chef-d'œuvre inconnu ), hizo la destrucción progresiva de una pintura sobrecargándola, debido a una riqueza de conceptos en el cerebro del artista, el tema central.

Así, hay dos consecuencias extremas de la eficiencia del sistema de formación de conceptos del cerebro en lo que respecta al arte y la creatividad: por un lado, la imposibilidad de emprender una empresa creativa y, por otro, la destrucción de una obra al tratar de cubrir también muchos aspectos del concepto sintético.