Depresión, postura y el papel del ejercicio

La mayoría de las personas asociarán la depresión con un sentimiento interno que describirían como triste, letárgico o vacío, pero la evidencia reciente sugiere que la experiencia de la "depresión" también tiene un componente incorporado. Es decir, hay una relación recíproca entre la expresión corporal y cómo se experimenta y procesa una emoción. Por ejemplo, un informe de Michalak, Troje & Fischer (2009) describe cómo los pacientes deprimidos muestran componentes incorporados de su experiencia en forma de velocidad de marcha reducida y menor amplitud de movimientos verticales de la parte superior del cuerpo. De manera similar, las posturas encorvadas también provocan sentimientos de depresión (Riskind y Gotay, 1982). Estas formas de realización no son solo reflejos de los sentimientos internos, sino que forman parte integral de la experiencia de la depresión porque los intentos de modificar directamente estas características posturales de la depresión también alivian la experiencia de la depresión. En tal intervención, Michalak et al. (2010) encontraron que el uso de la terapia de atención plena para normalizar los patrones de la marcha en pacientes deprimidos también ayudó a aliviar sus experiencias de depresión.

Muchos estudios también han encontrado que el ejercicio puede reducir la severidad de la depresión en personas con un diagnóstico de Depresión Mayor (Rimer, Dwan, Lawlor, Grieg et al., 2012), incluso formas de depresión resistentes al tratamiento (Mota-Pereira, Silverio, Carvalho , Ribeiro et al., 2011), y el ejercicio también ha demostrado ser beneficioso para las personas mayores que sufren depresión (Bridle, Spanjers, Patel, Atherton & Lamb, 2012). Hay muchas razones por las cuales un programa de ejercicio regular puede ayudar a aliviar los síntomas depresivos. Por ejemplo, el ejercicio puede ayudar a eliminar las malas posturas que contribuyen a la experiencia de depresión encarnada; también puede disminuir la incidencia de enfermedades cardiovasculares, disminuir la hipertensión y la diabetes tipo 2 (Powers et al., 2002), todo lo cual puede permitir un mejor funcionamiento psicosocial y aumentar la calidad de vida.