La hipótesis inmune para la sinestesia

La sinestesia es una condición en la que los atributos, como el color, la forma, el sonido, el olfato y el gusto, se unen de maneras inusuales, dando lugar a experiencias atípicas, imágenes mentales o pensamientos. Por ejemplo, un sinestéreo puede experimentar números y letras impresas en negro que tienen sus propios colores únicos o palabras habladas que tienen gustos específicos que normalmente solo se asocian con alimentos y bebidas. Las personas que tienen la afección generalmente lo han tenido desde la niñez temprana, aunque también hay casos en que las personas la adquieren después de una lesión o enfermedad cerebral en el futuro.

Una hipótesis sobre cómo se desarrolla la sinestesia en la primera infancia sugiere que a veces el cerebro no logra deshacerse de las conexiones estructurales entre regiones neuronales que normalmente no se proyectan entre sí. En la primera infancia, el cerebro desarrolla muchas más conexiones neuronales de las que termina usando. Durante el desarrollo, los procesos de poda eliminan una gran cantidad de estas conexiones estructurales. No sabemos mucho sobre los principios subyacentes a la poda neural, aunque algunas de las conexiones que el cerebro elimina parecen ser vías que no son necesarias. Entonces, una posibilidad es que los procesos de poda en sinestéticos son menos efectivos en comparación con los que no son sinestéticos, y que algunas vías que se eliminan en la mayoría de las personas permanecen activas en sinesteras.

Si esta hipótesis es correcta para al menos algunas formas de sinestesia, entonces surge la pregunta: ¿qué causa las desviaciones en los procesos de poda en algunos individuos? En un nuevo artículo interesante publicado recientemente en Frontiers in Neuroscience, los neuropsicólogos Duncan A Carmichael y Julia Simner de la Universidad de Edimburgo sugieren que la sinestesia del desarrollo puede estar relacionada con anormalidades en genes que codifican proteínas cruciales para el sistema inmune.

En apoyo de esta hipótesis, enumeran pruebas que demuestran que muchos genes tienen una función doble, que expresa proteínas implicadas en la formación de conexiones estructurales en el cerebro y el mantenimiento del sistema inmunitario del cuerpo. Si bien solíamos pensar que el sistema inmunitario estaba funcionalmente aislado del sistema nervioso central, más tarde quedó claro que los procesos del sistema inmunitario desempeñan un papel importante en el desarrollo cerebral, particularmente en la primera infancia donde hay un mayor número de neuronas y nuevas vías neuronales se forman y durante la adolescencia donde se lleva a cabo la poda más extensa del cerebro.

Aunque solo hay un número limitado de estudios genéticos de sinestesia, los estudios completados hasta ahora proporcionan alguna evidencia de la hipótesis inmune. Dos estudios de familias con sinestesia han localizado regiones en el genoma que parecen estar implicadas en la sinestesia (aquí y aquí). Estas regiones también contienen genes que codifican proteínas cruciales para la función inmune.

La evidencia adicional de una posible conexión entre la sinestesia y el sistema inmune proviene de la comorbilidad de la sinestesia y los defectos del sistema inmune. Los autores informan sobre algunos datos preliminares que sugieren que puede haber una mayor incidencia de sinestesia entre las personas con enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple. Varios investigadores también han sugerido que puede haber una mayor incidencia de sinestesia entre las personas con autismo, una afección que se ha relacionado con defectos tanto del sistema inmune como con la conectividad cerebral estructural atípica.

Finalmente, los autores señalan que podría haber una conexión entre el sistema inmune y la sinestesia adquirida después de una lesión cerebral y una enfermedad, ya que las lesiones cerebrales conducen a la muerte celular y al aumento de la respuesta inmune.

La sinestesia se ha relacionado en muchas ocasiones con una memoria mejorada y una función cognitiva y creativa mejorada. Entonces, una lección de esta nueva y emocionante hipótesis es que los mismos procesos que pueden conducir a déficits desventajosos en la función corporal pueden tener numerosas ventajas en términos de función cognitiva.