Sucio Talkin '

La crueldad de la expresión irreflexiva es bien conocida por dejar a su paso un dolor emocional y, a veces, cicatrices.

Ahora, sin embargo, los investigadores han descubierto que las palabras negativas parecen infligir dolor físico. Esto aparentemente se debe a la estimulación de esa parte del cerebro que guarda recuerdos dolorosos, según un equipo del Departamento de Psicología Biológica y Clínica de la Universidad Friedrich Schiller. Palabras como "atormentar", "agotar" o "plagar", provocan la activación de las áreas del cerebro que procesan el dolor correspondiente. Esta activación se midió usando la tomografía de resonancia magnética funcional.

Curiosamente, las palabras negativas que no están relacionadas con el dolor, como "aterrador", "horrible" o "repugnante", no mostraron el mismo tipo de actividad cerebral, ni las palabras neutrales o positivas.

Se pidió a los sujetos del estudio que realizaran dos tareas. En la primera tarea, los sujetos fueron instruidos para imaginar situaciones que corresponden a palabras particulares. En una segunda tarea, los sujetos estaban leyendo palabras, pero estaban distraídos con acertijos. En ambos casos se observó una clara activación de la matriz del dolor en el cerebro por las palabras asociadas al dolor.

Evolutivamente hablando, nos conviene mantener dentro de nosotros engramas de experiencias dolorosas, para que no nos metamos en otra situación similarmente dolorosa. Sin embargo, los resultados de este estudio parecen demostrar que los "simples" estímulos verbales son suficientes para causar cambios en el cerebro que son difíciles de explicar, y un dolor que ciertamente no es trivial.

Surge así una pregunta provocadora, particularmente para los defensores de un enfoque multimodal para el paciente con dolor crónico que incorpora el asesoramiento psicológico: ¿Existe una amenaza para el papel hasta ahora respetado de la confrontación verbal con el dolor para los pacientes con dolor crónico? Animamos a los que sufren dolor a que se expresen, a que se purguen como lo hacía del labio superior rígido que muchos de esos pacientes insisten en presentar al mundo. Existe una posibilidad real de que estas conversaciones supuestamente terapéuticas realmente intensifiquen la actividad de la matriz del dolor en el cerebro, dando como resultado una intensificación de la experiencia del dolor. Obviamente, se necesita hacer más estudios.

Las palabras pueden doler. Las palabras pueden alterar la actividad del cerebro. Las palabras deben ser elegidas cuidadosamente.