Abrazar la espiritualidad genuina

La espiritualidad auténtica nos empodera como portadores de antorchas para llevar la Luz del Espíritu a la oscuridad y retener la dirección y la verdad frente a la confusión. El poder espiritual emerge de abrazar nuestra alma y tomar posesión del poder interno. Sin embargo, vivimos en un momento en que las personas no conocen, y mucho menos cultivan, su vida espiritual y naturaleza, pero tampoco se dan cuenta de su alma ni niegan su existencia por completo. Muchos que no conocen su espíritu pueden asistir y ser absorbidos por sus actividades intelectuales, su vida emocional o sus impulsos básicos de supervivencia. Estas áreas, por importantes que sean, no pueden sostenernos ni proporcionarnos satisfacción, ya que revelan solo una parte de la naturaleza humana. Nuestro espíritu nos permite adquirir paz interior, amor genuino y verdadero significado, así como los dones del espíritu.

Entonces, ¿cuáles son los rasgos de la espiritualidad genuina?

  1. Humildad: La humildad es un reconocimiento para vernos a nosotros mismos, como somos, visitantes en esta vida y, como invitados, para reconocer la oportunidad y los regalos que nos rodean, simplemente para estar agradecidos por todo y por todos. Al sentirme agradecido por el regalo de la vida y las oportunidades que brinda, demostramos que sabemos que la vida no solo se trata de nosotros. Humilde, no somos débiles ni pasivos, sino conscientes, agradecidos y sensibles a todo lo que nos rodea.
  2. Valor profético: valentía profética es nuestra afirmación de declarar lo que es correcto. Es la fortaleza y fortaleza, la confianza para perseverar que nos otorgan nuestras creencias. Si bien la humildad alienta inspira nuestra conducta, el coraje saca claridad sobre las cosas que conocemos y creemos. El coraje nos permite definirnos frente a la oposición, no ser sometidos por fuerzas que puedan llevarnos a comprometer nuestra Verdad. El coraje nos señala nuestra meta y los desafíos revolucionarios y transformadores de nuestras creencias.
  3. Santidad: la espiritualidad nos transforma al permitirnos participar en lo que es sagrado, lo que es santo. Estamos diseñados para experimentar lo Divino. Cuando nos conectamos con Dios, el crecimiento de nuestro Verdadero Ser nos lleva a la realización a través de la conciencia y la convicción. En la santidad participamos en el Bien, la Verdad, el Absoluto; tomamos parte en el asombroso misterio de la Fuerza de la vida. La santidad es distinta de los simples buenos sentimientos y virtudes; en santidad, como un contrato con Dios, somos transformados por la participación en su presencia.
  4. Acción: La espiritualidad no es "espiritualismo", un sistema de creencias que disminuye el significado de nuestra responsabilidad para hacer una diferencia; más bien, es un comportamiento que promueve al Poder del Espíritu. La fe y la creencia deben ser vividas; de lo contrario, es poesía y filosofía. La espiritualidad desprovista de acción es como la medicina en una botella: para ser útil, debe incorporarse. La espiritualidad como acción es una convicción que conecta la vida física con la luz de Dios.

  5. Amor: Nuestra verdadera unión con Dios y los demás nos transforma con una nueva visión: theoptia, en griego, literalmente "visión de Dios". El amor fuera de la espiritualidad es más que ser altruista, desinteresado e incondicional; le da una perspectiva profunda, por lo tanto Cumplimiento Final. El amor espiritual derriba las barreras: nos llena de alegría; libera nuestras almas para experimentar comunidad, conexión y paz.

La espiritualidad auténtica nos hace portadores de la antorcha de una luz interior. Vivos en humildad, coraje profético, acción y amor, crecemos en la autoconciencia y experimentamos nuestro cumplimiento y nuestro propósito.