El mendigo feliz: eres suficiente

Hay una historia sobre un mendigo que está sentado al costado de una carretera. El viejo ha estado en el camino por años. Un extraño se acerca una tarde. "¿Perder un poco de cambio?", Murmura el mendigo, agitando mecánicamente su taza de lata.

"No tengo nada que darte", dijo el extraño. El mendigo se giró con disgusto. Entonces el extraño preguntó: "¿Qué es eso en lo que estás sentado?"

"Nada", le dijo el mendigo. "Solo una caja vieja. He estado sentado en él desde que tengo memoria ".

"¿Alguna vez has mirado adentro?", Preguntó el extraño.

"¿Por qué?", ​​Respondió el mendigo. "¿Cuál es el punto de? No hay nada allí ".

El extraño insistió: "Eche un vistazo al interior". El mendigo se negó al principio, y finalmente decidió abrir la tapa. Con asombro, incredulidad y euforia, vio que la caja estaba llena de oro.

Esta es una alegoría sobre la iluminación. Nos pasamos la vida mendigando por lo que ya poseemos, y buscando lo que ya hemos encontrado (incluso si no lo sabemos). "Lo que estás buscando es lo que está buscando", solía decir una maestra, es decir, lo mismo. Lo que necesitamos ya está aquí.

El regalo y el dador son lo mismo. En su libro, "Pensamientos sin pensador", Mark Epstein, el psicólogo budista, aclara esta paradoja con un pasaje Zen:

Estudiar budismo es estudiar el yo.

Estudiar el yo es olvidarse del yo.

Olvidarse a uno mismo es ser uno con los demás.

Eso es lo que significa encontrar el oro dentro de la caja. Dejamos de mendigar y comenzamos a sentirnos agradecidos. Investigamos nuestros reinos internos. Aprendemos a gastar las riquezas que encontramos allí. Nos liberamos de la rueda de la adicción que convierte a nuestra civilización en una ronda interminable de ansias, insatisfacción y más anhelo. Nos bajamos y volvemos y descubrimos nuestra riqueza.

La iluminación es el acto de recuperación: el acto de regresar a nosotros mismos. También es el final de la búsqueda, al darse cuenta de que no hay a dónde ir. Abrimos la caja y nos paramos, asombrados. ¿Quién sabía que estábamos ocultando tal brillo?