El mito de la pereza

Los seres humanos tienen una profunda necesidad de crecer y aprender a lo largo de sus vidas. El trabajo significativo cumple con esa necesidad básica de aprender y crecer. El libro de Malcolm Gladwell, Outliers, discute las características del trabajo significativo: es complejo, ofrece autonomía y existe una relación entre el esfuerzo y la recompensa. ¿Algunas personas son intrínsecamente flojas o simplemente no son productivas cuando el trabajo que se les pide que hagan no es significativo y, por lo tanto, es poco adecuado para ayudarlas a satisfacer sus necesidades básicas?

Si la pereza existe, ¿cuáles son los criterios que la definen? Si una persona con un trabajo de alto poder y alta paga llega a casa todos los días y se acuesta en el sofá durante una o dos horas para mirar televisión, ¿esa persona es floja? ¿O simplemente se está cuidando tomando un merecido descanso? ¿Qué hay de alguien que se acuesta en el sofá todo el día? ¿Hay alguien que hace esto por pereza, o estaríamos preocupados de que esa persona esté clínicamente deprimida?

Con demasiada frecuencia, los observadores casuales atribuyen erróneamente pereza a las personas que tienen enfermedades mentales como la depresión o los trastornos de ansiedad que afectan su capacidad para trabajar y mantenerse activos. Una persona con acaparamiento compulsivo, por ejemplo, no es "floja" sobre limpiar u organizar su hogar. Para una persona con acaparamiento compulsivo, tirar un vaso de papel puede ser tremendamente difícil y estresante. Para una persona así, tirar cinco tazas puede requerir un coraje inmenso y un trabajo arduo; sin duda no sería una tarea para los verdaderamente vagos.

Atribuimos pereza a las personas cuando no han podido realizar las tareas específicas que valoramos. Por lo general, no etiquetamos a la gente como floja cuando nos hemos detenido a considerar el rango más completo de sus actividades y motivaciones. Si valoramos a la persona, es más probable que atribuyamos la ausencia de un comportamiento productivo a las necesidades y motivaciones competitivas que deben tener para hacer otras cosas, por ejemplo, para relajarse o para hacer algo más que la tarea que queríamos que hicieran.

A menudo, las personas a quienes etiquetamos como perezosos son personas que están al margen del mundo laboral, como las personas sin hogar o los trabajadores de bajos salarios. Etiquetar a las personas como "perezosas" es una manera de considerarlas como moralmente inaceptables (la pereza es un pecado mortal) y merecen su bajo estatus. Si llamamos a alguien perezoso, lo hacemos para despedirlos, no para entenderlos.