Esperanza de cambio (o viceversa)

A raíz de la inauguración histórica de Barack Obama como nuestro primer presidente negro, parece un poco trivial escribir sobre cómo meditar hoy en el metro. Pres. Obama ha logrado inspirar esperanza y confianza en millones de personas en todo el mundo. Reconociendo el difícil camino que tenemos ante nosotros como nación, infunde una sensación de confianza de que podemos superar con éxito nuestros desafíos. De hecho, fue elegido basándose significativamente en su capacidad para inspirar a los estadounidenses en su (y en nuestra) capacidad de generar cambios.

Mientras escuchaba sus discursos, a menudo me encontraba pensando en alguna versión cínica de "Ya veremos sobre eso". Tal vez me decepcionaron demasiados líderes políticos en el pasado. ¿O tal vez me estoy preparando defensivamente para fracasos inevitables, compromisos y éxitos parciales? En cualquier caso, me resisto a ser esperanzado. Es una variación del argumento del pesimista clásico: si no logro ilusionarme, no me decepcionará cuando las cosas no funcionen. ¿Por qué arriesgarse a caerse cuando puede simplemente pasar el rato en el suelo?

Desde una perspectiva de atención plena, tanto el pesimismo como el optimismo son estados mentales introducidos en el momento presente, pero ninguno describe con precisión lo que está sucediendo ahora. Representan nuestras expectativas o predicciones sobre lo que sucederá en el futuro, lo que aún está por ocurrir. En cierto modo, ambos están equivocados. No sabemos qué va a pasar realmente (el lunes, ¿alguien predijo que Caroline Kennedy se retiraría de la consideración del escaño del Senado de Nueva York que dejó libre Hillary Clinton?). Y, ya sea que adoptemos optimismo o pesimismo, dice más acerca de nuestro pasado personal que lo que nos depara el futuro.

A pesar de su inexactitud inherente, estas actitudes influyen profundamente en nuestra experiencia en el presente. Si soy pesimista, le daré voz al detractor y me sentiré hastiado. Si soy optimista, me siento feliz y esperanzado. La investigación psicológica ha demostrado consistentemente la interrelación entre nuestros pensamientos, emociones y comportamientos. Si pienso que Pres. Obama fracasará, entonces me sentiré triste y daré voz a la crítica interna. Si me siento feliz, entonces tendré tendencia a pensar que tendrá éxito e incluso podría consultar su dirección presidencial semanal en YouTube.

¿Entonces lo que hay que hacer? ¿Sigo siendo pesimista y cínico en el presente para prepararme para una decepción futura? ¿O cultivo optimismo y me inspiro para el éxito futuro?

Creo que es hora de que ceda a la esperanza.