Ayudando a héroes y seleccionando a los turistas en desastres

Fui citado recientemente por ABC news sobre los riesgos psicofisiológicos de los desastres en enfermedades crónicas no psiquiátricas en Chile y la importancia de la ayuda de socorro en la reducción de los riesgos de depresión y trastorno de estrés postraumático (PTSD) tras el terremoto de Haití . Sin embargo, a pesar de la atención ocasional de los medios sobre el impacto de estas tragedias en la población local de Haití y Chile, el bienestar psicológico de los propios socorristas de emergencia continúa siendo ignorado en los medios y en el debate de salud pública sobre el resultado de estos devastadores temblores.

De hecho, los desastres requieren que respondamos no solo a aquellos que requieren ayuda psicosocial inmediata entre la población local afectada, sino también al bienestar psicológico de los primeros intervinientes que participan en la prestación de ayuda, socorro y atención médica. Las tasas más altas de depresión, abuso de sustancias, suicidio, divorcio y otras sequías psicosociales han sido bien documentadas entre los primeros en responder a los desastres.

Desafortunadamente, los cataclismos en Haití y Chile nos han demostrado que, a pesar de la evidencia antes mencionada, la necesaria planificación de contingencia que se necesita para abordar el impacto psicosocial de lidiar con la mortalidad y la morbilidad en masa de los primeros respondedores sigue siendo lamentablemente deficiente. Esta supervisión es particularmente dura entre las organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales más pequeñas.

Una estrategia para abordar esta deficiencia implicaría una capacitación y educación adecuadas que fomenten la resiliencia en el lugar de trabajo en un teatro de bajas masivas. Se necesitan cambios estructurales institucionales para abordar y mantener el bienestar y la función operativa del grupo identificando a la persona en riesgo dentro de los primeros en responder e intervenir o proporcionar lugares adecuados para que estos cuidadores puedan buscar la ayuda psicosocial necesaria en los quirófanos o poco después de la repatriación.

Para empeorar las cosas, la ausencia de cualquier forma de evaluación para los trabajadores humanitarios y voluntarios ha llevado al ocasional despliegue de individuos psicológicamente frágiles como primeros en responder. Estos "turistas de desastres" en realidad obstaculizan la ayuda e impactan la moral general de los profesionales que se dedican a salvar vidas. En Haití, por ejemplo, un psiquiatra de primera respuesta de la Universidad George Washington describió el caso de un anciano levemente demente "que persigue desastres" y fue desplegado por una ONG con un grupo de médicos traumatólogos profesionales. Lejos de ser útil, el comportamiento errático de este individuo y sus niveles vacilantes de cognición distrajeron el trabajo de alivio efectivo y gravaron el tiempo de los médicos desplegados para ayudar a la población local.

Lo que estos episodios y otras ocurrencias similares en los últimos meses indican es la notable falta de estructuras efectivas que aborden la preparación psicosocial, el cribado y la planificación de contingencia psicológica centrada en el personal general de las ONG que participan en el socorro en casos de desastre. Esto es un testimonio de la necesidad de un esfuerzo más concertado de autorregulación y un código unificado de operaciones y conductas de desastre por parte de la gran cantidad de ONG internacionales pobremente reguladas que han surgido en la última década.