¿Cambiarías años de vida por la felicidad?

El blog del New York Times titulado "Bien" recientemente preguntó: "¿Doblarán los atletas olímpicos si saben que podría matarlos?" La respuesta es sorprendentemente clara: muchos lo harían si pudieran. En las encuestas bianuales realizadas entre 1982 y 1995, el investigador Bob Goldman preguntó a los atletas de élite si tomarían una droga que les garantizara una medalla de oro, pero también los mataría en cinco años. Una y otra vez, aproximadamente la mitad de los atletas dijeron que sí, que aceptarían tal compensación. Esta pregunta se conoce como el dilema de Goldman, y para la mayoría de nosotros la alta tasa de aceptación es impactante. En contraste, un estudio de 2009 hizo la misma pregunta al público general australiano, y solo dos de los 250 encuestados informaron que aceptarían este pacto fáustico.

El éxito deportivo obviamente es más importante para los atletas dedicados que para el resto de nosotros. Pero, ¿y el éxito en general? O la felicidad? ¿Renunciarías años de vida a cambio de más felicidad, en cualquier forma que pueda tomar?

Me imagino que muchos de nosotros diríamos que no, especialmente si la elección se planteó concretamente (por ejemplo, felicidad feliz durante cinco o diez años, luego la muerte). Vivimos la vida "para bien o para mal"; se siente como nuestro deber aceptar lo que la vida ofrece. Sin embargo, casi todos nosotros participamos en actividades que nos hacen más felices en el momento al costo posible de una esperanza de vida acortada. Desde comidas sabrosas pero insalubres hasta deportes extremos emocionantes pero peligrosos, desde alcohol hasta tabaco, nuestras acciones parecen mostrar que la longevidad no es nuestra más alta prioridad. Las experiencias memorables son una forma particularmente rentable de comprar felicidad, pero muchas de estas experiencias conllevan riesgos.

Un factor que da color a nuestra voluntad de cambiar la longevidad por la felicidad es cómo lidiamos con la probabilidad. El dilema de Goldman se plantea como algo seguro, mientras que los riesgos que enfrentamos en la vida real son probables. La satisfacción genuina en el momento se sopesa contra el riesgo potencial más adelante. Este último no se siente muy real, incluso si su probabilidad es muy alta. Racionalizamos nuestras elecciones imaginando que tendremos suerte.

Aún más importante es que elegimos sin elegir conscientemente. Nadie decide, cigarrillo a cigarrillo, cuántos minutos de vida intercambiar por cada calada. El motociclismo y el esquí perderían su brillo si se realizaran sobrios cálculos de riesgo antes de cada carrera. Maximizamos nuestra felicidad por medio de la falta de atención selectiva.

Lo más impactante de la aceptación de los atletas del dilema de Goldman es que admiten, en voz alta, un valor que el resto de nosotros comparte solo silenciosa, torpe y ambivalentemente: a menudo valoramos la calidad sobre la cantidad en la vida. Una vida dedicada exclusivamente a la seguridad y la longevidad nos parece insatisfactoria a muchos de nosotros. Tal vez tomemos decisiones mejores, no necesariamente más seguras si consideramos conscientemente las concesiones que ya hacemos.

¿Cambiarías años de vida por la felicidad? Es muy probable que ya lo haga.

Ilustración: Felicidad y longevidad (Fu Shou). Caligrafía de Tao Gui, dinastía Ming (1547), China.