El papel de la motivación en la creencia delirante

Eva Rinaldi/Wikimedia Commons
Fuente: Eva Rinaldi / Wikimedia Commons

Las creencias racionales se forman sobre la base de pruebas sólidas y están abiertas a una revisión apropiada cuando la evidencia emergente las hace menos probables de ser ciertas. Por el contrario, una persona con un delirio se mantendrá firmemente en la creencia, independientemente de la evidencia de lo contrario.

Algunos ejemplos son la ilusión de persecución (todos me odian) y el engaño de la grandeza (la creencia exagerada en la propia valía). Tales creencias están sujetas a sesgos de razonamiento, como saltar a la conclusión al tomar una decisión sobre la base de evidencia limitada, ilusiones y negación de la realidad.

Una teoría de la formación del delirio sostiene que algunas o todas las ilusiones están motivadas (Bortolotti, 2010). Por ejemplo, el delirio de persecución se desarrollaría con el fin de señalar los eventos negativos no para el yo sino para otros. Los delirios de grandeza parecen proteger a la persona de una baja autoestima. Estos ejemplos sugieren que los delirios pueden tener beneficios psicológicos para la persona.

Un mecanismo de defensa explica el origen de la ilusión motivada y su contenido. Como una reacción defensiva, los delirios motivados pueden prevenir la pérdida de la autoestima y lidiar con fuertes emociones negativas. Las personas tienen ciertas creencias (a menudo inconscientemente) en parte porque le dan valor. Para mantener una visión positiva de sí mismos, revisan sus creencias frente a nuevas pruebas de buenas noticias, pero ignoran las malas noticias.

En resumen, los delirios motivados pueden tener beneficios psicológicos que pueden conducir a la formación o al mantenimiento de delirios. Los delirios motivados permiten a la persona evitar las emociones negativas y la baja autoestima (McKay et al., 2005).

Los delirios motivados todos los días (o el autoengaño) permiten a los deseos dar forma a las creencias (Bénabou & Tirole, 2016). Por ejemplo, un hombre puede creer incorrectamente que está en una relación feliz, cuando en realidad su pareja está teniendo una aventura amorosa. Su creencia en la fidelidad de su compañero y la fuerza de su relación es muy resistente a cualquier evidencia que pueda contradecir sus creencias firmemente arraigadas.

Los delirios motivados, sin embargo, son en última instancia dañinos y es probable que traigan costos psicológicos (una forma de auto-trampa). Las ideas delirantes tienen un efecto adverso sobre el bienestar y socavan las relaciones interpersonales (Coltheart, 2015). Por ejemplo, las personas con delirios de persecución evitan situaciones que perciben como amenazantes y están emocionalmente ansiosas con respecto al contenido de su ilusión. Los familiares de los que sufren delirios pueden verse tensos o quebrantados como resultado de la ausencia de una "realidad compartida" y metas comunes.

Se podría argumentar que si los beneficios psicológicos de la creencia delirante superan los daños potenciales, desafiar el engaño es una mala idea (Bortolotti, 2010). Los terapeutas pueden decidir no desafiar un engaño si creen que desafiar a una persona va a ser ineficaz o disruptivo (Freeman et al., 2004).

Este dilema ético se demuestra en la película Marguerite (2015). Marguerite es un examen reflexivo de una mujer excéntrica con delirios de grandeza. Ella es una mujer adinerada amante de la música y la ópera. Le encanta cantar para sus amigos, aunque no es una buena cantante. Tanto sus amigos como su esposo han mantenido su fantasía. La película nos deja preguntándonos si es aconsejable desafiar su fantasía. Los amigos y los médicos instan a los miembros de la familia a no desafiar su ilusión porque hacerle ver la realidad será devastador. Su delirio es parte de lo que ella es, y su vida estaría vacía y carecería de sentido sin ella.