¿Hay algo así como un destino personal?

Esta es una pregunta que se ha hecho a lo largo de los años, ya que se nos proporciona una conciencia consciente de que finalmente moriremos.

El otro día me hizo esta misma pregunta un compañero andador de perros. Yo, jugando por el tiempo, respondí preguntándole si creía que cada uno de nosotros pasa por la vida en entrenamiento, por así decirlo, por algún destino final que yace más allá de la muerte; un destino que solo puede ser pensado en términos de una existencia de espíritu. Dijo que no estaba seguro, pero que sí sentía que debía haber alguna razón por la cual siempre había una persuasión en el fondo de su mente para hacer lo correcto y no hacer daño. En otras palabras, persuasiones morales de conciencia que podrían desafiar el atractivo sensorial y de satisfacción del ego de los acontecimientos que componen el día promedio.

Comenzaba a llover mientras hablábamos, por lo tanto, no era el momento de comenzar a discutir el significado psicológico de esta respuesta crítica interna a los acontecimientos de la vida. Entonces dije que lo pensaría y que tendría algo que decir la próxima vez que nuestros perros se encontraran para orinar. Sentí que en ese momento no estaba realmente preparado para embarcarme en un tema que, en gran parte, había dominado introspectivamente mis propias conversaciones constantes conmigo a lo largo de los años.

Siempre he sido compulsivamente filosófico, especialmente durante la segunda mitad de mi vida, preguntándome si algún poder irrenunciable y predestinado que llamamos control del destino es tanto la naturaleza de los eventos que ocupan nuestras vidas como las acciones espontáneas o planificadas resultantes que tomamos y que finalmente determinan nuestra destinos individuales. No es fácil intentar y recordar cuánto de la vida de uno se ha ido de acuerdo con el plan y cuánto ha sucedido, aparentemente por casualidad. Sin embargo, me resultó relativamente fácil recordar algunos de los planes principales que había hecho, generalmente después de mucho pensamiento racional, junto con los sentimientos que surgen en relación con los pros y los contras de este o aquel plan. Era mucho más difícil recordar ocasiones en las que no hice ningún plan, pero lo dejé todo al azar o a la suerte.

Hoy he llegado a la conclusión de que si vamos a hablar sobre destinos personales, tenemos que presentar otro aspecto del ser humano, a saber, la influencia intuitiva de esa fuerza metafísica a la que frecuentemente se hace referencia como espíritu humano (una fuerza que inspira la conciencia del último bien moral que impulsa la conciencia humana). En otras palabras, vivimos nuestra vida de acuerdo con los dictados de dos yos: un yo biológico y un yo espiritual. Sugeriría que nuestro lado biológico existencial está significativamente influenciado por los factores de azar y suerte. Nuestro lado espiritual indica la influencia de una fuerza trascendente, que durante algunos miles de años se ha descrito como el alma y que es responsable de nuestro destino.

Siendo realistas, todo es una especie de acertijo. En mi propio caso, por ejemplo, serví en la Royal Air Force durante la Segunda Guerra Mundial. Nuestras pérdidas en Bomber Command en aviones y tripulaciones se encontraban en la región del 65%. En 1942, el Ministerio del Aire instituyó una prueba de visión del color para las tripulaciones aéreas. Fallé y me sacaron volando. En consecuencia, sobreviví a la Guerra.

Suerte o Destino?