Interacciones sociales y conexiones de células cerebrales

Los seres humanos son seres sociales, y no debe sorprender que haya grupos específicos de células nerviosas en el cerebro que estén directamente influenciadas por las experiencias sociales. Un mecanismo importante que media estas interacciones es la neuroplasticidad, que implica la capacidad del cerebro para modificar las conexiones entre varios grupos de células cerebrales. En esencia, el cerebro puede reconectarse y ajustar el grado en que ciertas regiones se comunican entre sí. La neurogénesis, es decir, la capacidad de ciertas regiones del cerebro para generar nuevas neuronas, es otro mecanismo importante involucrado en algunas formas de neuroplasticidad. El patrón de conexiones que se forma entre las nuevas células cerebrales y las más viejas es una forma poderosa de que el cerebro puede cambiar en respuesta a las experiencias sociales y ambientales, y algunas pruebas indican que las nuevas células cerebrales ejercen acciones reguladoras importantes sobre las respuestas al estrés. El proceso de neuroplasticidad es crítico para todos los aspectos de la función cerebral, incluidos los que implican la cognición, la memoria, las emociones y la motivación.

La "neurociencia social" es un área de investigación cerebral en rápido crecimiento que se centra en descifrar los mecanismos que subyacen a las interacciones entre el comportamiento interpersonal y la actividad cerebral. Recientemente, la revista Nature Neuroscience publicó una serie de artículos de revisión relacionados con la neurociencia social. Parte de la información que se describe en este artículo se basa en uno de estos artículos de revisión: "Influencias sociales sobre la neuroplasticidad: estrés e intervenciones para promover el bienestar" de Richard Davidson y Bruce McEwen.

Durante el proceso de desarrollo, hay períodos de tiempo específicos (los denominados "períodos críticos") cuando la exposición a ciertos estímulos es necesaria para que se desarrolle la función cerebral normal. Por ejemplo, si un niño tiene un "ojo vago" y no se descubre temprano en la vida, el ojo no afectado se vuelve dominante y el ojo "perezoso" puede no desarrollar la capacidad de ver adecuadamente. Si la afección se descubre temprano, el parche del ojo bueno permite que el ojo "perezoso" desarrolle una mejor visión. La capacidad de corregir este defecto visual se vuelve más difícil con la edad a medida que se cierra el período crítico para el desarrollo visual. En términos de desarrollo social y emocional en humanos, la naturaleza y el momento de tales "períodos críticos" no han sido claramente definidos. Sin embargo, hay evidencia de que las intervenciones en niños muy pequeños pueden ser más efectivas para minimizar los síntomas a largo plazo de ciertos trastornos como el autismo que intervenir cuando una persona es mayor. La determinación de la naturaleza de los períodos críticos que son relevantes para las formas específicas de desarrollo social y emocional es un área importante de la investigación actual y futura.

Las experiencias de la primera infancia pueden influir fuertemente en la capacidad a largo plazo de una persona para interactuar con otras personas. Estar expuesto a eventos adversos altamente estresantes temprano en la vida puede tener un impacto negativo sobre cómo manejamos el estrés e interactuamos con otros más adelante en la vida. Los genes desempeñan un papel importante en esta adaptación, y algunas personas heredan la capacidad de tolerar circunstancias adversas mejor que otras. Los genes y el medio ambiente interactúan constantemente y dan forma a la capacidad del cerebro para adaptarse. Curiosamente, hay cierta evidencia de investigaciones con monos ardilla de que el estrés leve ocasional en animales jóvenes tiene efectos beneficiosos, lo que aumenta los comportamientos exploratorios y la independencia a medida que maduran.

La evidencia de otros estudios en animales indica que los factores estresantes crónicos significativos pueden disminuir las conexiones en las regiones cerebrales involucradas en la memoria y el procesamiento de información de orden superior, como el hipocampo y la corteza prefrontal. Sin embargo, los mismos estresores crónicos en realidad aumentan la conectividad entre las células en áreas del cerebro involucradas en la emoción, como la amígdala y la corteza orbitofrontal. Algunas de estas regiones también cambian su tamaño general en respuesta a factores estresantes crónicos.

Es importante destacar que ciertas intervenciones positivas pueden ayudar a restablecer las conexiones normales entre estas diversas regiones del cerebro después de la exposición al estrés. La actividad física, el enriquecimiento ambiental y la disminución de los niveles de estrés pueden llevar a una reversión de los cambios inducidos por el estrés en las conexiones cerebrales. Una vez más, el ejercicio demuestra ser beneficioso para nuestra salud mental. El ejercicio voluntario también es un ejemplo interesante de una forma de estrés controlado que puede generar efectos positivos en la función tanto del cuerpo como del cerebro.

Ciertas psicoterapias, por ejemplo, la terapia de comportamiento cognitivo, pueden ayudar a las personas con enfermedades como la depresión o los trastornos de ansiedad. Estas terapias probablemente influyen en las conexiones cerebrales a través del aprendizaje y el procesamiento atencional mejorado. También se ha demostrado que los medicamentos antidepresivos revierten los cambios de conectividad inducidos por el estrés en el hipocampo.

También existen ciertos medicamentos que influyen más directamente en la capacidad del cerebro para experimentar neuroplasticidad, y es probable que se desarrollen nuevos medicamentos que tengan efectos específicos sobre los mecanismos neuroplásticos. Es posible que se desarrollen terapias que utilicen específicamente medicamentos que alteran la neuroplasticidad durante sesiones conductuales o psicoterapéuticas. La administración de estos medicamentos al mismo tiempo que la terapia podría mejorar la efectividad de la terapia para producir una mejoría conductual. Esta es un área donde se necesita mucha más investigación, pero los resultados iniciales con el medicamento D-cicloserina son alentadores.

Ser capaz de modificar los cambios neuroplásticos en el cerebro y revertir los patrones anormales de las conexiones tiene el potencial de influir dramáticamente en la capacidad de tratar eficazmente a las personas con una variedad de enfermedades psiquiátricas. Tales enfoques también pueden ser aplicables para ayudar a las personas cuyo cableado cerebral ha sido alterado por la adicción a varias drogas.

Esta columna fue coescrita por Eugene Rubin MD, PhD y Charles Zorumski MD.