La verdadera felicidad no es un sentimiento

William Blake escribió: "La diversión que amo, pero la diversión es, de todas las cosas, la más detestable. Mirth es mejor que divertido, y la felicidad es mejor que la alegría ".

Hoy la felicidad se ve como un estado de ánimo, un sentimiento. Esta comprensión no está mal tanto como es miope, como lo sugiere Blake.

Los estados de ánimo cambian y los sentimientos cambian. Pero la verdadera felicidad es la acumulación de relaciones que sostienen el alma. Aunque sentirse feliz puede diferir de un día a otro, si la dirección general de tu vida ha sido cultivar buenas relaciones, entonces puedes ser feliz en el sentido más profundo y más permanente.

Las concepciones modernas de la felicidad son engañosas porque el foco está en el lugar equivocado. En las sociedades premodernas y tradicionales, la felicidad surgió porque las personas estaban atadas a algo que estaba fuera de ellos. Las conexiones con la familia, los conciudadanos y el clan, las acciones realizadas y las actitudes desarrolladas, y los deberes llevados a cabo fueron los componentes constitutivos y necesarios de la felicidad.

En el mundo premoderno no existía el "yo" o la "personalidad" tal como la concibimos ahora, una personalidad autónoma que toma decisiones autorreferenciales. Una persona era parte de otra cosa, no aparte de ella. Hubo un profundo reconocimiento de que estar separados de los demás y la comunidad era inquietante e inhumana. Al margen de la muerte, nada era peor que ser rechazado o enviado al exilio.

La excomunión religiosa sirvió para el mismo propósito: se quitó a las personas de sus amarras religiosas, se las colocó fuera de la comunidad y no pudieron participar de las necesidades religiosas. Incluso hoy, el castigo más severo, sin tortura ni ejecución, es el confinamiento solitario. Los humanos nacen en una comunidad y de esa comunidad se forman. En este sentido, la sociedad es anterior al individuo, tanto temporal como psicológicamente.

Todo ser humano hereda una cultura, con todas sus reglas escritas y no escritas, y vive en una historia escrita por sus predecesores. Esto no es para negar una herencia moral común al sugerir que los humanos no son más que criaturas de socialización y circunstancias históricas, pero es decir que la soledad, el aislamiento y la alienación son antitéticos a la felicidad.