Ayudando a los niños a mantenerse seguros en línea y fuera de línea

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La investigación encontró una relación significativa entre la victimización por ciberacoso y la depresión para los jóvenes se destacó en las noticias recientemente [1]. Este tipo de titulares puede crear una gran ansiedad en los padres que ven cómo se ha convertido la tecnología integrada en la vida de sus hijos. El uso de la nueva tecnología por parte de los jóvenes, teléfonos celulares, tabletas, computadoras e internet se ha expandido dramáticamente desde la década de 2000 [2, 3].

La mayoría de los padres intentan controlar lo que hacen sus hijos en línea, pero es difícil mantenerse al día. Los jóvenes usan la tecnología para comunicarse con amigos, compartir experiencias y acceder al entretenimiento. Los sitios web y aplicaciones populares cambian rápidamente. Es difícil para los padres saber qué tipos de límites son los mejores y qué deberían estar buscando. Sin embargo, el temor de que los jóvenes terminen siendo víctimas del acoso cibernético o participen ellos mismos en una escalada de interacciones hostiles en línea es muy real.

Hay muchos recursos que ofrecen consejos sobre la crianza de los hijos en la actividad en línea (consulte el sitio web Connect Safely, por ejemplo). Sin embargo, la investigación sugiere que los mayores problemas que enfrentan los jóvenes en línea son similares a los problemas que tienen fuera de línea. Por ejemplo, si bien puede ser cierto que el acoso cibernético está relacionado con la depresión en los jóvenes, la investigación muestra que todo tipo de victimización por intimidación se relaciona con resultados negativos, como la depresión [4]. Los incidentes más molestos de acoso e intimidación tienen menos que ver con la tecnología y tienen más que ver con las relaciones con grupos de pares [5]. Las causas del comportamiento negativo en línea (luchas por popularidad y aceptación entre pares y dificultades para manejar los celos, la ira, el dolor y la inseguridad) son las mismas cosas con las que los padres han estado tratando de ayudar a sus hijos durante décadas.

Estas son buenas y malas noticias para los padres. La buena noticia es que para proteger a los niños probablemente no sea necesario monitorear constantemente todo lo que hacen los niños en línea o quedarse hasta tarde investigando la última "aplicación du jour". La mala noticia es que tanto los problemas en línea como los desconectados están enraizados en comportamientos y emociones complejas, y las opciones para prevenir y responder a los problemas no son fáciles ni directas.

Entonces, ¿qué pueden hacer los padres para ayudar a proteger a los niños? Las mejores estrategias de protección implican mantener abierta la comunicación entre padres e hijos y ayudar a los niños a aumentar sus habilidades sociales, emocionales y de relación. Hay una serie de recursos para ayudar a los padres con esto (ver los recursos de aprendizaje socioemocional de Edutopia para padres, por ejemplo). Esté atento a los jóvenes que experimentan sentimientos de celos o de dolor dentro de un grupo de compañeros, especialmente cuando parecen recurrentes o se están convirtiendo en algo más destructivo. Esto significa conocer el grupo de pares de su hijo y asegurarse de que se sientan cómodos cuando alguien se sienta herido por algo. Cuando responda a los problemas que su hijo le presenta, no se desanime o reaccione demasiado, sino que refleje sus sentimientos, ayúdelos a resolver problemas y hágales saber que está ahí para ayudarlos.

Y pregúntele a la escuela de su hijo qué estrategias de prevención de intimidación tienen en su lugar. Hay un número creciente de programas de prevención que enseñan a los jóvenes a manejar los sentimientos negativos y reducir las tensiones. Los programas escolares de aprendizaje social y emocional y de prevención de la intimidación están aumentando en sofisticación. Si bien aún estamos aprendiendo qué funciona mejor, los programas muestran una creciente evidencia de efectividad [6-8].

El cambio de tecnología puede hacer que parezca que la propia infancia ha cambiado, pero es importante no distraerse de lo que los niños más necesitan. Necesitan habilidades para navegar en cualquier entorno: chatear en sitios de redes sociales, tuitear, enviar mensajes de texto, caminar por los pasillos de la escuela o pasar el rato en el vecindario. Tener una visión amplia de la seguridad infantil brindará a los jóvenes el conocimiento, las técnicas y las respuestas para ayudarlos a manejar una variedad de experiencias y tendrá un impacto más duradero en el bienestar, tanto en línea como fuera de línea.

Referencias

1. Hamm, MP, et al., Prevalencia y efecto del ciberacoso en niños y jóvenes: una revisión del alcance de los estudios en las redes sociales. JAMA pediatría, 2015.

2. Madden, M., et al. Teens and Technology 2013. 2013 [citado 2013 12 de septiembre]; Disponible en: http://www.pewinternet.org/~/media//Files/Reports/2013/PIP_TeensandTechnology2013.pdf.

3. Pew Internet y American Life Project. Datos demográficos del usuario de Internet adolescente. 2013 [citado 2014 28 de octubre]; Disponible en: http://www.pewinternet.org/data-trend/teens/internet-user-demographics/.

4. Finkelhor, D., H. Turner y R. Ormrod, Cosas de niños: La naturaleza y el impacto de la violencia entre compañeros y hermanos en niños más pequeños y mayores. Child Abuse & Neglect, 2006. 30 (12): p. 1401-1421.

5. Mitchell, KJ, et al., El papel de la tecnología en el acoso entre iguales: ¿amplifica el daño para los jóvenes? Manuscrito en revisión. Psicología de la violencia, 2015: p. DOI: 10.1037 / a0039317.

6. Farrington, DP y MM Ttofi, programas basados ​​en la escuela para reducir la intimidación y la victimización. Campbell Systematic Reviews, 2009. 6.

7. Durlak, JA, et al., El impacto de mejorar el aprendizaje social y emocional de los estudiantes: un metaanálisis de intervenciones universales basadas en la escuela. Child Development, 2011. 82 (1): p. 405-432.

8. Espelage, DL, et al., Ensayo clínico del programa secundario Second School ©: impacto en la agresión y la victimización. Journal of Applied Developmental Psychology, 2015. 37: p. 52-63.