¿Por qué el dispositivo más complejo en el universo fracasa de manera épica en las matemáticas?

El cerebro humano es el dispositivo computacional más sofisticado en el universo conocido, pero no está particularmente bien equipado para muchas de las tareas que requerimos de él en el mundo moderno. Comencemos con un ejemplo obvio. A pesar de lo que pueda haber escuchado acerca de personas que pueden generar números primos mentalmente o memorizar los primeros 10,000 dígitos de pi, ningún ser humano podrá dividir números de 6 dígitos en su cabeza con la velocidad y precisión de la calculadora de su teléfono inteligente. Para decirlo sin rodeos: apestamos a los cálculos numéricos.

El cerebro humano es mucho mejor que las computadoras digitales (por ahora) para reconocer rostros, atrapar un balón de fútbol, ​​entender el habla o componer una sinfonía. Entonces, ¿por qué fallamos épicamente en la división larga? La respuesta típica es que no evolucionamos para manipular números. Esto es verdad. Para nuestros antepasados ​​era mucho más importante reconocer patrones que realizar divisiones largas: distinguir una pila de ramas de un grupo de serpientes era una habilidad de supervivencia mucho más valiosa que determinar el cupo de serpiente por persona.

Los bloques de construcción de cerebros y computadoras determinan para qué tareas están bien o mal preparados para realizar.

Yo argumentaría, sin embargo, que incluso si hubiera existido una presión evolutiva para realizar cálculos numéricos precisos, el cerebro de cualquier animal en el planeta aún fallaría en matemáticas porque los bloques de construcción de cerebros son simplemente inadecuados para las manipulaciones numéricas. Su cerebro está formado por aproximadamente 100 billones de neuronas, y como elementos computacionales las neuronas son muy extrovertidas. Mientras que cada transistor en la CPU de su computadora portátil puede comunicarse con una docena más, cada neurona se comunica con miles de otras. El resultado es una red neuronal masivamente entrelazada con una enorme cantidad de diafonía. Los resultados de esta diafonía, más específicamente un fenómeno denominado cebado, es que si digo gato piensas en perro, si digo 12, puedes pensar en una docena. Cada concepto que pienses activa de forma inconsciente y automática los conceptos asociados. Pero uno no quiere que una calculadora "piense" en otra cosa que no sea el número que acaba de tipear; cada número discreto debe permanecer en cuarentena con los otros números, pero en el cerebro, en algún nivel, todo influye en todo lo demás.

La naturaleza altamente interconectada de las unidades computacionales del cerebro lo hace perfectamente adecuado para implementar cálculos paralelos. Pero la mayoría de los cálculos numéricos no se benefician de cálculos paralelos porque son de naturaleza iterativa: el segundo paso requiere los resultados del primer paso, y el tercero del segundo, y así sucesivamente. La división larga puede requerir cientos de pasos iterativos discretos. La arquitectura en serie y la codificación discreta de las computadoras digitales son perfectamente adecuadas para esta tarea, y ningún científico de la computación usaría la codificación paralela, similar a un análogo, y la velocidad de las neuronas como lava para construir una calculadora.

Los errores cerebrales serios

Afortunadamente, en el gran esquema de las cosas, la ineptitud del cerebro para los cálculos numéricos es un inconveniente menor, sobre todo porque descubrimos cómo construir computadoras digitales. El verdadero problema es que el cerebro humano también está mal equipado para realizar muchos de los cálculos y decisiones que rigen nuestras vidas como individuos y como miembros de la sociedad. Tenga en cuenta que nuestra memoria puede ser poco confiable y parcial, lo que en el mejor de los casos nos lleva a olvidar los nombres, pero en el peor de los casos, personas inocentes pasan sus vidas en prisión como resultado de un testimonio de testigos oculares defectuosos. Considere la facilidad con la que nuestros hábitos, deseos y opiniones son moldeados continuamente por el marketing, un hecho que contribuyó a las 100 millones de muertes relacionadas con el cigarrillo en el siglo XX. Nuestras decisiones están influenciadas por una serie de factores arbitrarios e irrelevantes; por ejemplo, los estudios muestran que es posible predecir los resultados de las elecciones con aproximadamente el 70% de precisión simplemente mostrando las imágenes de los candidatos. Y no olvidemos que somos temporalmente miopes. Presumiblemente por razones de hardware evolutivo y neuronal, el cerebro humano no fue diseñado para equilibrar adecuadamente las ventajas y desventajas entre los beneficios a corto y largo plazo. No solo luchamos por ahorrar para la jubilación, sino que la situación financiera actual en Europa y Estados Unidos demuestra muy bien que tanto las personas como las naciones prefieren evitar relativamente pequeños sacrificios a corto plazo pidiendo prestado, lo que con frecuencia no resulta en grandes sacrificios o catástrofes consecuencias en el futuro.

Claro, llevamos el dispositivo más complejo en el universo conocido en nuestros cráneos. Pero, ¿en qué medida somos conscientes de los sesgos y limitaciones inherentes al cerebro? Hasta que no reconozcamos y comprendamos los defectos del cerebro continuaremos tomando decisiones defectuosas en nuestros roles personales y sociales. Y si hay una única limitación que hace que sea difícil ver esto, es que el cerebro enfrenta enormes barreras en el intento de comprenderse a sí mismo. Esta limitación es tan profunda que la gran mayoría de las personas en el planeta ni siquiera reconocen que es su cerebro físico, y no su alma metafísica, el único responsable de cada decisión que tomamos y de cada sentimiento que experimentamos.