El regalo de la experiencia

Las buenas experiencias nos dan amplitud, expandiendo nuestra capacidad de estar en el mundo de una manera positiva y productiva. Las malas experiencias nos dan profundidad, nos enseñan acerca de nosotros mismos, así como del mundo y de quienes nos rodean. En cualquier caso, si elegimos mirar lo que hemos dado y lo que hemos quitado de cada una de nuestras experiencias, podemos recoger la luz de esa experiencia, en lugar de reunir la oscuridad.

Cada experiencia nos enseña algo. Si pensamos en cada una de nuestras experiencias en términos de conocimiento y amor, lo que ganamos y lo que hemos dado, podemos reunir los elementos productivos de esa experiencia y rechazar lo destructivo.

El conocimiento, lo que hemos obtenido de una experiencia, y el amor, lo que hemos dado, juntos comprenden la luz, la positividad y la productividad de nuestras experiencias. La ignorancia, lo que negamos sobre una experiencia, y lo que sentimos que nos fue quitado injustamente, juntos comprenden la oscuridad, la negatividad y la destructividad de nuestra experiencia.

Si estamos en una relación, y esa relación se agita repentinamente, podemos hacer una de estas dos cosas. Podemos vivir en la miseria de nuestra pérdida, negar nuestra parte en la desaparición de la relación y vociferar sobre el amor que fue injustamente arrancado de nuestro alcance. O bien, podemos ver la situación y verla como un regalo: un lugar desde el cual aprender sobre nosotros mismos, para crecer hasta convertirse en una versión nueva e incluso más compleja de lo que somos como persona. Esta táctica no reducirá nuestro dolor, pero nos traerá un resultado diferente porque estaremos en un lugar para transformar nuestra pérdida en ganancia.

La elección real, entonces, se convierte en ser alegre o miserable. Y somos nosotros quienes invitamos esa alegría o miseria a nuestras vidas.

© 2008 Michael J. Formica, Todos los derechos reservados

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