Los peligros de compararnos con los demás

Alejandro J. de Parga/Shutterstock
Fuente: Alejandro J. de Parga / Shutterstock

Es normal preguntarse cómo estamos a la altura de otras personas. De acuerdo con la teoría de la comparación social, este impulso es parte de nuestro deseo básico de comprendernos a nosotros mismos y nuestro lugar en el mundo social. Pero insistir demasiado en estos juicios tiene un costo.

Los psicólogos dividen las comparaciones sociales en dos categorías principales: hacia abajo y hacia arriba. La comparación descendente implica comparar a alguien que percibes como peor que tú mismo, y la comparación ascendente implica compararte con alguien que percibes como mejor. Las comparaciones pueden basarse en la apariencia, la salud, la inteligencia, la capacidad, el estado social, la riqueza o cualquier otro atributo.

La investigación sugiere que es más probable que hagamos comparaciones a la baja cuando nuestra autoestima se ve amenazada, por ejemplo, si acabamos de recibir comentarios negativos, porque estas comparaciones nos dan un impulso, mejoran nuestra propia posición percibida y nos aseguran que las cosas podrían ser peores.

En la superficie, las comparaciones descendentes pueden parecer inofensivas, incluso saludables, pero tienen varios inconvenientes. Primero, en la medida en que estas comparaciones forman una base para la autoestima, es frágil porque dependen de la desgracia continua de los demás. La comparación descendente también puede poner presión sobre nuestras relaciones. Cuando nos enfocamos demasiado estrechamente en los atributos negativos de los demás, podemos perder la imagen completa de sus fortalezas y éxitos, lo que limita nuestra capacidad de empatizar y apoyarlos en los buenos y malos tiempos.

La comparación ascendente también puede ser una espada de doble filo. Por un lado, puede proporcionar inspiración y esperanza, motivarnos a mejorar nuestra propia situación y proporcionar información útil sobre cómo superar un obstáculo. También puede darnos un impulso de autoestima, como cuando disfrutamos de la gloria reflejada de un amigo cercano o un miembro de la familia exitoso.

Por otro lado, la comparación ascendente puede alimentar la envidia, la baja autoestima y la despreocupación. Al igual que la comparación descendente, puede llevarnos a pasar por alto la complejidad de las vidas de los demás, como el sufrimiento potencial debajo de la superficie de las imágenes idealizadas de los amigos en las redes sociales. Y puede generar estándares irreales de belleza o éxito que probablemente no sean fuentes de motivación sostenibles o saludables (por ejemplo, "thinspiration").

¿Hay alguna manera de compararnos con los demás sin caer en estas trampas? La investigación sugiere que la respuesta es sí; es solo una cuestión de perspectiva. La comparación social generalmente implica contraste y diferenciación. Cuando consideramos nuestra humanidad común, puede arrojar resultados muy diferentes, promoviendo la conexión y la comprensión en lugar de la distancia y la otredad.

En un análisis, los investigadores propusieron que cuando nos identificamos con aquellos que son menos afortunados y reconocen nuestra propia vulnerabilidad, la comparación descendente puede aumentar los sentimientos de compasión y preocupación por los demás.

La comparación ascendente puede ser menos probable que provoque emociones destructivas cuando recordamos que incluso las personas más exitosas luchan de alguna manera y son tan humanas y falibles como nosotros, y que, a pesar de todas nuestras debilidades y deficiencias, somos igual de capaces de grandeza.