La genética de la percepción del dolor

Los estudios han demostrado que la manera en que un individuo experimenta dolor y la magnitud de la respuesta a un estímulo de dolor dado puede reflejar un "punto de ajuste" genético en la sensibilidad al dolor, independientemente del grado de daño tisular o inflamación. Puede que no sea el caso que un individuo determinado pueda manejar mejor el dolor porque es "más duro"; simplemente puede significar que tenemos una cosa más por la cual podemos echarle la culpa a la genética.

Por ejemplo, la fibromialgia, ese síndrome de dolor crónico caracterizado por dolor generalizado en ausencia de inflamación o daño en los tejidos que puede explicar el alcance y la gravedad de los síntomas del dolor, tiene entre sus pacientes a personas cuya experiencia del dolor puede determinarse genéticamente y dar como resultado de las diferencias en las expresiones de genes para receptores importantes y vías de señalización. Los genes potenciales podrían ser los responsables de la catecol-O-metiltransferasa (COMT), la GTP ciclohidrolasa 1 y el canal de sodio regulado por voltaje Nav1.9, que puede tener efectos significativos en el control de la percepción del dolor en humanos.

Se han publicado datos que muestran la relevancia de COMT para la percepción del dolor humano, la expresión genética relacionada con esta sustancia que desempeña un papel en la influencia de la sensibilidad diferencial del dolor, trabajando quizás en conjunto con el sistema mu-opioide. Es de destacar que algunas de estas mismas expresiones génicas también se han asociado con trastornos psiquiátricos. Los análisis genéticos han demostrado que los individuos se pueden agrupar en tres subconjuntos, según las configuraciones de nucleótidos:
1. Bajo dolor-sensible.
2. Altamente sensible al dolor.
3. Promedio sensible al dolor.

Estos subgrupos son extremadamente predictivos de la sensibilidad al dolor en una variedad de diferentes tareas de dolor experimentales. Además, el desarrollo del trastorno de la articulación temporomandibular fue tres veces más probable en individuos con alto grado de sensibilidad al dolor que en los otros grupos.

Los estudios en animales han dado más evidencia de la influencia de COMT en el dolor. Se encontró que las ratas con la configuración genética baja sensible al dolor producían niveles mucho más altos de actividad COMT en comparación con las configuraciones genéticas sensibles al dolor o sensibles al dolor promedio. La inhibición de COMT en estos animales causa un marcado aumento en la sensibilidad al dolor.

Pero las ratas no están solas en ser afectadas por los genes COMT. Se encontró que los humanos con una variante genética de COMT particular tenían un aumento de aproximadamente tres veces en el riesgo de dolor de cadera entre los pacientes con osteoartritis. Las portadoras de la variante genética eran más propensas a sufrir dolor. Esta diferencia sexual es de interés, ya que la expresión de COMT puede ser inducida por el estrógeno, y es bien sabido que el síndrome de dolor crónico, la fibromialgia, tiene una incidencia mucho más alta en la población femenina.

Y así la ciencia continúa rompiendo códigos genéticos que confirman que no estamos solos en nuestro sufrimiento. Nuestros cromosomas están llorando junto con nosotros, para bien o para mal, como azotes de muchachos culpables, y como explicaciones de lo que es y lo que no es sensato.