News Flash: The Evil Tongue es pariente del mal de ojo

En la "ley" judía, o código de conducta, el chisme se llama "Lashon Hara", que literalmente significa "lengua malvada" en hebreo. La estricta observancia de esta ley prohíbe hablar sobre otras personas , ya sea que lo que está diciendo sea bueno o malo, verdadero o falso. Hablar negativamente sobre los demás se considera la peor ofensa, especialmente si lo negativo no es cierto. El principal responsable de esta ley es la idea de que escuchar acerca de alguien cambia la forma en que pensamos y sentimos acerca de esa persona, y nos deja sin la opción de formar nuestras propias opiniones e impresiones con la persona real.

Ayer, investigadores, dirigidos por la psicóloga Lisa Feldman Barrett de Northeastern University en Boston, publicaron los resultados de un estudio que indica que no solo los chismes influyen en cómo nos sentimos con respecto a una persona y cómo pensamos en ellas, sino que afecta literalmente la forma en que vemos ellos.

El estudio indica que los chismes de desaprobación se asocian rápidamente con la cara de la persona que está cotilleando, y que esta conexión opera fuera de nuestra conciencia. En otras palabras, nuestra percepción visual de esa persona cambia, en lugar de ver la cara de la persona como neutral, la cara se vuelve vil para nosotros, incluso si no nos damos cuenta.

Obviamente, hay ocasiones en que se necesita hablar de alguien, incluso negativamente. En una situación en la que alguien representa un peligro real, es bueno que se lo advierta, y los científicos conjeturan que esta es la razón por la cual nuestro cerebro está estructurado para reaccionar de esta manera. Estamos programados para nuestra supervivencia para poder reconocer rápidamente a una persona peligrosa.

Pero esta situación es relativamente rara : es mucho más común que las noticias de chismes de celebridades, los amigos que cuentan historias sobre otros amigos o conocidos, o historias sobre el "enfriador de agua" (virtual o de otro tipo) es donde obtenemos nuestra información sobre los demás. Y la mayoría de las veces esa información no es crucial para nuestra supervivencia. Con esto en mente, que difundir información sobre alguien afecta la forma en que el oyente ve a esa persona, tanto figurativa como literalmente, parece que vale la pena detenerse y pensar antes de hablar. ¿La información que estamos difundiendo es importante para la seguridad del oyente? Si necesitamos hablar con alguien sobre lo que nos ha sucedido, ¿necesitamos nombrar a las otras personas involucradas? Este es el tipo de preguntas que valdría la pena preguntarnos regularmente cuando pasamos tiempo con otras personas o nos sentamos a redactar un nuevo correo electrónico y nos sentimos tentados a hablar de alguien que no está presente. El conocimiento de que lo que usted puede decir acerca de alguien afecta el cerebro del oyente y sus asociaciones con los demás es una gran responsabilidad, una que vale la pena tomar en serio.