Aburrimiento: el Demonio y el descontento divino

La mayoría de nosotros sabemos lo que se siente estar atormentado por el aburrimiento.

Encontrado por primera vez en la niñez y expresado en el característico "no tengo nada que hacer", el aburrimiento crece para asociarse con la depresión y con la inestabilidad emocional y el neuroticismo de manera más amplia. El aburrimiento es más peligroso en la adolescencia, cuando una serie de conductas arriesgadas y autodestructivas pueden convertirse en actividades predeterminadas para un adolescente aburrido, desconectado y alienado.

Compuesto de elementos tanto cognitivos como emocionales, el aburrimiento se caracteriza por la dificultad para enfocarse y participar en una actividad continua. El aburrimiento es resistencia o ira, hay múltiples interpretaciones. Todos están de acuerdo en que el aburrimiento es un estado emocional desagradable relacionado con la estimulación insuficiente, y se han implicado patologías que van desde comer en exceso hasta el abuso de sustancias, desde la depresión hasta la agresión.

Algunas personas están predispuestas al aburrimiento: los jóvenes, por ejemplo, y las personas con TDAH, las personas que están deprimidas y ansiosas. Las breves atenciones hacen que sea más difícil involucrarse profundamente. El enfoque sostenido es lo que nos permite ser absorbidos en una tarea o actividad. Existe una relación inversa entre la susceptibilidad de un individuo al aburrimiento y la atención plena (ver Perla, Nicole, 2011). Cuanto más conscientes eran sus sujetos, menos propensos eran al aburrimiento y a la ansiedad, la depresión y el abuso de sustancias.

Claramente, la propensión al aburrimiento puede ser una desventaja, un factor de riesgo y un obstáculo para la buena vida de satisfacción. Alguien que se aburre fácilmente a menudo está insatisfecho con el status quo … ¿pero no es ese el tipo de persona que necesitamos?

Alguien una vez lo llamó "descontento divino", una insatisfacción inquieta con lo que es. Es divino porque el descontento con lo que eventualmente lleva a hacer cosas diferentes, y mejor. El artista, el científico, el líder social y el soñador pueden comenzar con el descontento divino.

En su último libro, Nuevo: Comprender nuestra necesidad de novedad y cambio (2012), Winifred Gallagher explora lo que ella llama "neofilia", o el amor de lo nuevo. Ella toma nota de la base genética de las personalidades con distintos grados de inclinación hacia acercarse o evitar la novedad. Esa diferencia se expresa de muchas maneras, incluida la curiosidad y la creatividad. Poblaciones enteras varían en esta dimensión. Las poblaciones inmigrantes son mucho más propensas a buscar novedad que aquellas que eligen quedarse en casa. Explicando esto dramáticamente, Gallagher cita el trabajo del antropólogo Henry Harpending con personas en los países remotos de Namibia y Botswana. Le llamó la atención su tolerancia al tedio. Pudieron sentarse todo el día debajo de los árboles sin hacer nada. Su lenguaje no tiene palabras para aburrirse.

Por un lado, la seguridad, la estabilidad, la rutina y la previsibilidad son necesarias para la supervivencia y la tranquilidad. Por otro lado, el descontento divino y el deseo de estimulación, novedad y exploración son vitales para que podamos crecer y florecer.

Los necesitamos a ambos.