Cómo los hábitos pueden afectar nuestra memoria

"La verdad es que todos están aburridos y se dedican a cultivar hábitos".
– Albert Camus

¿Nuestros recuerdos tienen que empeorar con el envejecimiento? ¡Absolutamente no! Mientras más memoria se descuide, como cualquier otra cosa, peor se vuelve. Por lo general, cuando las personas abandonan los entornos educativos, es posible que no utilicen sus recuerdos de forma activa. La información en la vida real rara vez está tan bien organizada o estructurada como en la academia y la mayoría de los trabajos dependen de la experiencia, la lealtad, la previsibilidad y la fiabilidad mucho más que ser imaginativo. Nuestra memoria puede empeorar con el envejecimiento, pero solo porque permitimos que se deteriore. Dejamos que eso nos suceda a nosotros mismos y a nuestra memoria debido a los hábitos arraigados.

Un aspecto importante de nuestro proceso de envejecimiento es comprender nuestros hábitos, nuestras actitudes acostumbradas y nuestros comportamientos familiares con sus reconfortantes reacciones habituales y reflejos condicionados. Nuestro repertorio mental, físico y emocional consiste casi completamente en hábitos y no podemos conocernos a nosotros mismos hasta que hayamos estudiado todos nuestros hábitos. Los hábitos no se deterioran con el tiempo; más bien, ayudan a establecer rutinas. Las rutinas usan la plantilla de ayer y la reproducen una y otra vez. Las rutinas proporcionan economía mental ya que considerar asuntos sin importancia es una pérdida de tiempo y esfuerzo. Además, hay seguridad en ciertas acciones habituales, como mirar a ambos lados antes de cruzar la calle. Pero el hábito también nos libra de la incertidumbre de la adaptación. Proporciona una respuesta lista antes de que nos hagan una pregunta y nos brinde una respuesta cómoda a cualquier estímulo. A veces, una persona con demencia avanzada puede interactuar con otras personas sin revelar la gravedad del impedimento porque sus rutinas y hábitos sociales genéricos están tan pulidos.

El hábito es aún más necesario para las personas ociosas e inactivas porque llena el estancamiento mental y el aburrimiento con el rigor de un horario claramente definido. El hábito ocupa el lugar de la creatividad. Cuanto más disminuye nuestra vida mental, más esencial es la función del hábito porque ayuda a aliviar nuestros defectos mentales. Pero esta estrategia solo funciona cuando las circunstancias son estables y predecibles. Para los jóvenes, las reglas de la vida son indistintas y hay mucho espacio para la toma de riesgos, la espontaneidad y la improvisación. Para una persona mayor, es más cómodo confiar en fórmulas probadas y un modus operandi familiar.

El hábito proporciona comodidad y seguridad. Cada día y cada acción será una repetición segura y predecible. Debido a que los hábitos proporcionan los escudos y las salvaguardas a la ansiedad al hacer que el futuro sea más predecible y menos incierto, pueden convertirse en el foco de la ansiedad. Aferrarse a los hábitos implica un apego a las posesiones y a la propiedad como garantía de seguridad e identidad.

La observación y el estudio de nuestros hábitos es especialmente difícil porque nos resultan tan familiares y transparentes. La comodidad del hábito crea un agradable sentido anestésico que oculta el poder sofocante de la rutina habitual. Es como ser un pez e intentar apreciar la naturaleza del agua. De alguna manera debemos crear un espacio donde podamos observar la naturaleza de nuestros hábitos y la profunda influencia que tienen en nosotros y en nuestro comportamiento. Inicialmente, esta es una grabación sin prejuicios de nuestras reacciones a diversas circunstancias. Puede ser útil y sorprendentemente exacto suponer que todas nuestras acciones son habituales y observar la naturaleza, el tipo y el alcance de nuestras reacciones preestablecidas y nuestras respuestas condicionadas.

Los hábitos nos protegen de un conocimiento más profundo de nosotros mismos. Los adquirimos desde la última infancia y a través de nuestra educación y acondicionamiento cultural. Imitamos aquellos comportamientos que admiramos en los demás y desarrollamos hábitos de pensamiento, palabra y acción adicionales y reconfortantes. El deseo de mantener una vida cómoda y estable nos ayuda a crear hábitos adicionales que nos protegen de la desagradable e incertidumbre. No nos damos cuenta de nuestras contradicciones y sentimos una sensación adormecida de paz interior. Sentimos que estamos en lo correcto y a cargo. Es como si estuviéramos usando auriculares que reproducen nuestros sonidos favoritos, pero estos enmascaran la suave voz interior de nuestro espíritu diciéndonos que nos levantemos y sigamos con nuestro destino.

Es muy difícil funcionar sin hábitos, pero debemos tratar de tomar conciencia de ellos para que podamos reducir su influencia amortiguadora. Nuestra vida interior no puede crecer y madurar sin sorpresas, sacudidas y sacudidas a nuestra conciencia y cambios en nuestras rutinas diarias. No abrimos un cuchillo con mantequilla ni golpeamos un pedernal con goma para producir una chispa. Solo los eventos internos perturbadores pueden ayudar a despertarnos y agudizar nuestra memoria.